United States or Finland ? Vote for the TOP Country of the Week !


La parte de acá, que está en rampa, aunque suave, no la podemos ver toda, porque nos lo impide el borde de la meseta sobre la cual estamos nosotros y a bastante distancia; pero se ve algo de lo principal... casi toda la Colegiata y un poco de los primeros edificios de la Costanilla, que arranca hacia acá del mismo costado de la Colegiata y es el camino más usado para venir desde la villa a Peleches y al paseo de la Glorieta, que es esa especie de alameda que ves a dos pasos de la entrada de este patio, un poco a la derecha.

No qué nuevos sonidos arranca mi alegría a las teclas. «Con esta marcha me casé yo; con esta misma te casarás ». , , ¡ay de ! dice tristemente mi dulce hermanita: antes de llegar a esa marcha, ¡buena lucha nos espera con mamá, con mis cuñadas, con las tías de Carlitos, con la abuela del rey de los cipreses! ¡y que no es orgullosa la señora! ; con los pagarés, con las hipotecas, con...

En estos cantos ya aparece hablando el centinela, que avisa á los amantes la llegada de la aurora; ya el caballero, que, después de proferir los más tiernos juramentos, se arranca á duras penas de los bellos brazos de su amada; ya la dama, que se opone á la despedida de su amante .

Iris de nuestras épocas triunfales, nuncio de un bello porvenir, que arranca de su fecundo seno hecho de amores la plenitud de todos los ideales, como se funde en una luz la blanca la hermosa variedad de los colores. Tres siglos han pasado.

Su corazón había de ser vencido por un imperativo de la voluntad, y su amor extirpado cruelmente como raíz que se arranca de cuajo con violenta mano. El problema aparecía a sus ojos cada vez más claro, irresoluble siempre. No basta al hombre querer vencerse: es necesario que le dejen en condiciones de hacerlo.

Toda soy fuego de amor, Toda fe, toda esperanza; Por vos se me abrasa el pecho, Por vos se me arranca el alma, Bien , Señor, que es mayor Vuestra clemencia, que cuantas Culpas hay, si arenas fueran, Y vos, Virgen soberana, Madre de Dios, amparad En este trance mi alma: Padre, vuestra bendición Me dad, que mi Esposo aguarda Ya con los brazos abiertos: Jesús, Jesús.

Unos pasos antes de entrar en el estragal, ó sea el corredor que conduce á la bodega desde el punto en que arranca la escalera del piso alto, una algarabía atronadora de carcajadas, cantares y chillidos llamó la atención del forastero; algarabía que cesó tan pronto como éste y don Silvestre llegaron á la puerta de la bodega.

El conde levanta la cabeza con impaciencia y cambia una rápida mirada con la institutriz. ¡Me apieta, me apieta!... La institutriz arranca la servilleta, baja á la niña de la silla, la arrastra hacia una habitación contigua, abre la puerta y la empuja hacia lo interior, cerrando después. Y tranquilamente vuelve hacia la mesa y se sienta.

Usted está curado de su amor; pero esos amores parásitos son de la familia de la acacia; se arranca el árbol, se queman las raíces y los retoños salen a millares. ¿Quién me asegura que la vista de esa mujer no le hará perder la cabeza? Usted no tiene el cerebro tan sólido para exponerlo a semejante sacudida.

Cogiendo sólo flores, nunca su mano hermosa ha tocado del vicio la copa contagiosa, ningun lazo la arranca al amor y al hogar; en su clemencia olvida pasados extravíos... ignora qué son esos pensamientos impíos que pasan por el alma cual sombras por el mar.