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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Habiendo el Asistente Arjona derribado el murallón de la Torre del Oro y edificádose el Salón de Cristina, comenzó el público elegante y aristocrático á abandonar el viejo Arenal; llevado de las novedades y atractivos que el nuevo sitio de esparcimiento y recreo le ofrecía.
Iban llegando con pocos días de separación vapores de diversas clases y nacionalidades. Los había que delataban su origen aristocrático en las líneas finas de la proa, la esbeltez de las chimeneas y el color todavía blanco de los pisos superiores. Eran iguales á los corceles de gran precio que la guerra había transformado en simples caballos de batalla.
Cabezang Juan, acompañado de su hijo que es primogénito de su cabecería, asiste á las altas deliberaciones que algunos sábados se discuten en el Tribunal, y no sin gran trabajo recauda de sus carolos el tributo, trabajo que en cambio le da fuero sobre uso de chaqueta, asiento en la principalía, voto en las deliberaciones, media firma en informes de conducta, y sobre todo el oir llamar con cierto respeto á su cara consorte el aristocrático Cabezang, título tan nobiliario, como si su propietaria pudiera ostentar en vez de los blancos faldones de la munícipe camisa de su marido, un escudo con media docena de lagartijas en campo amarillo.
Ramona, hija del prestamista usurero don Felipe, que ha llegado a ser muy rico, se educa en un excelente y aristocrático colegio de señoritas, donde, sobre su buen fondo natural, pone la educación los más delicados sentimientos.
Pero se sintió herida en lo más vivo de su alma cuando Miquis, después de transformar el humilde cuarto en aristocrático gabinete, dijo con el mismo tono de encomio: «Bien se conoce en esta rica instalación el buen gusto del marqués viudo de Saldeoro. Adiós, marquesa. Ceno en el palacio de Relimpio». Cuando Augusto se marchó, quedose Isidora meditabunda, clavados los ojos en su propia falda.
Probablemente, si Francia y España no hubieran reclamado algo en balde para súbditos suyos, tal vez nunca hubieran tenido la ocurrencia de favorecer en Méjico á un partido monárquico y un tanto aristocrático y de ir allí á levantar el trono, que pagó más tarde muy caro un príncipe egregio y bondadoso.
Si Marqués entraba alguna vez en la iglesia, era para ver si los chicos habían dejado en el suelo de los bancos donde se sentaban algún mendrugo de pan, no por otra cosa. No tenía veleidades místicas. A pesar de su título aristocrático, Marqués, no simpatizaba ni con el clero ni con la nobleza. Tellagorri le llamaba siempre Marquesch, alteración que en vasco parece más cariñosa.
Por los arrecifes cruzaban por las tardes lujosas carrozas y los modestos asientos de ladrillo se veían siempre ocupados por un público aristocrático que lucía sus más preciadas y ricas galas.
Fortunato Roussel acababa de ser nombrado capitán de la Guardia Nacional de caballería, cuerpo aristocrático en el que procuraban servir entonces todos los elegantes de París. Al felicitarle por su nombramiento, Clementina dijo á su primo: Ya estás enteramente metido en honores.... Serás recibido por el Emperador en las Tullerías.... Te estoy viendo entrar en gran uniforme.... Estarás magnífico.
Alejandro entró en el baile, del brazo de su compañera, cuyo espléndido dominó levantó el cotarro de todas las princesas negras que vieron pasar a su lado aquella vasca plebeya, pero blanca. ¡Alejandro, rendido a una «extranjera de Europa!» ¡Qué decepción! ¡El, el más aristocrático swell de la clase, la flor y nata de las academias de baile, entregado a una gringa!
Palabra del Dia
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