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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Claro está que todos somos hermanos, pero no hay más remedio que atender un poco a los escalafones que de vez en cuando publica el ministerio de la Gobernación, pues para algo se publican. Además, este deseo de separarse de la muchedumbre y del vulgo, señala en quien lo siente un espíritu fino y superior y temperamento aristocrático.
Al lado de Bringas no había gozado ella ni comodidades, ni representación, ni placeres, ni grandeza, ni lujo, nada de lo que le correspondía por derecho de su hermosura y de su ser genuinamente aristocrático; pero en cambio, ¡qué sosiego y qué dulce correr de los días, sin ahogos ni trampas, ni acreedores!
Pero el verdadero adorno de ella son los rostros expresivos de las niñas indígenas, que allí pueden verse con más comodidad y espacio que en ninguna otra parte. Es el teatro aristocrático de Andalucía. Las damas que allí asisten, vestidas con esplendidez y gusto, pueden mirar sin bajar la cabeza a las abonadas del teatro Real de Madrid.
Durante la nueva convalecencia no fue impertinente. No se quejaba; todo estaba bien; no se permitía excesos. En el círculo aristocrático de Vetusta, a que pertenecían naturalmente las señoritas de Ozores, no se hablaba más que de la abnegación de estas santas mujeres.
Salomé era un tipo enteramente contrario. Así como la figura de Paz no tenía nada de aristocrático, la de ésta era de esas que la rutina ó la moda califican, cuando son bellas, de aristocráticas. Era alta y flaca, flaca como un espectro.
Estaba patente en ellos la mezcla de la sangre europea con la del caboclo y aun con la del negro. No puedes figurarte la consternación que produjo en las de Pinto la llegada de estos señores. Para colmo de horror acertaron ellos a presentarse en casa de las de Pinto una tarde en que dichas señoras tenían un five o'clock tea, más subido de punto que nunca por lo aristocrático.
Sus novelas son de una gran intensidad dramática aun cuando conservan en sus lineamientos una elegancia impecable, algo de aristocrático en la concepción y en la forma, que se revela en todas sus páginas y que caracterizan al joven escritor de una manera feliz.
Sentado a su lado, en el pescante, iba el marqués de Sabadell, afable y cariñoso, defendiendo de los rayos del sol el rostro de la dama con una gran sombrilla de grueso tafetán encarnado, y atento siempre a remediar con su vigoroso puño cualquier descuido que en su ardua tarea de guiar el coche pudiera tener el aristocrático cochero.
Nacido en tiempo de nobles y filósofos, el instinto aristocrático viene a equilibrar en su espíritu la independencia del pensador. Conoció a los hombres más conspicuos del pasado siglo. Fue bautizado por Rousseau con el título de ciudadano; Voltaire le auguró que sería poeta; Franklin le recomendó simplemente que fuese un hombre honrado y bueno.
No se juzgó conde aristocrático y soberbio, sino estudiantillo novato o alférez recién salido de la escuela. Mas, a pesar de sus juiciosas reflexiones, el Conde fué en pos de aquellas mujeres, y hasta formó el propósito de hablarles en cuanto saliesen del jardín, a fin de que, en el caso de un sofión, que harto le merecía por su vulgar mala crianza, no le viesen sujetos que lo pudieran contar.
Palabra del Dia
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