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Actualizado: 22 de mayo de 2025
La fisonomía de la calle Perú y la de la Victoria, han cambiado mucho en los veintidós años transcurridos: el centro comenzaba en la calle de la Piedad y terminaba en la de Potosí, donde la vanguardia sur de las tiendas estaba representada por el establecimiento del señor Bolar, local de esquina, mostrador democrático al alba, cuando cocineras y patronas madrugadoras acudían al mercado, y burgués, si no aristocrático, entre las siete de la noche y el toque de ánimas.
Todo el mundo se olvidaba de la mina, creyéndose, como otras veces, en algún comedor aristocrático. Rafael Alcántara se divertía en emborrachar a Peñalver.
En su casa se sabía dar el aristocrático barniz clerical de alto tono del siglo XVIII. Bastaba echar una rápida mirada sobre su pequeña librería de amateur, para conocer los finos gustos del hombre.
Invitada a un baile aristocrático, entró en el salón y se sentó. Lanzáronse todas las parejas a bailar y ella se quedó sola. Su situación no podía ser más violenta y desairada. Levantarse e irse, atravesando el salón, le pareció un acto intempestivo; quedarse allí, sola y abandonada en medio del baile, no era menos desagradable y molesto.
Pasaba Gallardo ante los ventanales de los cafés, saludando a sus entusiastas, que le respondían con grandes manoteos para que entrase. «Ahora güervo.» Y no volvía, pues se metía en una sociedad de la misma calle, un club aristocrático, con domésticos de calzón corto, imponente decoración gótica y servicios de plata sobre la mesa.
Pero la música es una voz del cielo y sólo se comprende bien cuando el cielo ha penetrado ya un poco en nuestro corazón. Por la acera de Recoletos bajaba Pinedo, aquel memorable personaje que vivía con un pie en el mundo aristocrático y otro en la clase media-covachuelista a la que en realidad pertenecía. Traía a su lado a una linda joven que debía de ser su hija, aunque Clementina no la conocía.
El cual, enterado del suceso y sospechando lo demás que en el cuarto de la guardilla ocurría, tuvo a bien prohibir, bajo penas severas, que ningún chico pusiese los pies en la guardilla, ¿eztamo? Aquel chico gordo, rubio y tan espigado que aporreó al hijo del brigadier, tenía un nombre sonoro y aristocrático, Pedro Mendoza y Pimentel.
Esto le pareció en seguida peligroso y feo, y alquilaron un cuarto en la calle del Caballero de Gracia, un entresuelo pequeñito que amueblaron con elegancia. La vida de Raimundo experimentó un cambio radical. De aquel retiro absoluto en que vivía, pasó súbito al bullicio del mundo aristocrático; teatros, bailes, comidas, carreras de caballos y partidas de caza.
Dejando a la savia tropical trepar gozosa a la palma e hinchar el dorado fruto, puede convertirse ese Estado en el más rico de Colombia. En Nueva York. El Alene. El Turpial. El práctico. El puerto de Nueva York. Primera impresión. Los reyes de Nueva York. Las mujeres. Los hombres. El prurito aristocrático. La Industria y el arte. Un mundo "sui generis". Mrs. X... La prensa. Hoffmann House.
Me creia conducido por Asmodeo en alas del viento para ir registrando el escenario entero, sin los inconvenientes de la niebla que cubre casi continuamente á Lóndres. Aquella obra colosal de pintura, quo consumió muchos años de fatigas de un artista aristocrático, aunque ha sido despues superada por trabajos mas perfectos y de otro órden, merece siempre admiracion.
Palabra del Dia
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