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Actualizado: 16 de julio de 2025


Con todas aquellas prendas no tiene el Predicador otra habilidad, que la de embelesar á necios, porque todas no hacen mas que hinchar la fantasía, y halagar los sentidos con bellas apariencias. Tan acertado es aquel juicio, como el que hiciera un hombre si viese á una mona con manillas, perlas, afeytes, y otros adornos externos, y la tuviera por hermosa.

Era aquel señor alto, seco, aguileño, bajo de color, de edad de cincuenta años, poco más o menos, pelo ralo y entrecano, cejas espesas, las mejillas cuidadosamente rasuradas, dejando solamente debajo de la nariz un exiguo bigote, que cada día iba siendo más exiguo merced a los trabajos invasores que por entrambos lados llevaba a cabo la navaja: la expresión de su rostro, severa e imponente, a lo cual ayudaban en no pequeña parte aquellas cejas pobladas que el buen caballero había recibido del cielo, y que solía arquear y extender en la conversación de un modo prodigioso; y en mayor porción todavía cierta manera extraordinaria de hinchar los carrillos y soplar el aire lenta y suavemente, que infundía en el interlocutor respeto y veneración.

Los que conozcan de cerca las faenas tipográficas y además hayan visto experimentalmente los horizontes que tiene en España el comercio de libros, se pondrán de mi parte cuando me oigan repetir lo que dijo primero el loco de Cervantes y después Pereda en esta forma: «no es para todos la tarea de hinchar perros en esta catadura».

Ricardo, con sus instintos de clown, procuraba hinchar los carrillos y ponerse aún más colorado. Se le había disipado por completo el mal humor. La cesta no avanzaba poco ni mucho: ambos permanecían inclinados y agarrados a ella sin poder alzarla un dedo del suelo, la una desternillándose de risa y el otro afectando una desesperación cómica.

Para cada gota marina que corrió en otro tiempo por el arroyo, difiere la duración del viaje; una, apenas entrada en el océano, es absorbida por las frondas de una alga marina y sirve para hinchar sus tejidos; otra es absorbida por un organismo animal; una tercera, retenida por un cristal de sal, se deposita en una playa arenosa y otra aun se cambia en vapor y vuela invisible por el espacio.

Pero como hoy se usa ir aprisa, volver presto, sin estudios, sin lógica, sin la moral, sin filosofía, en edad tierna, poco proporcionada para la instruccion, es ir á embelesar los sentidos, hinchar la imaginacion, llenar el ingenio de combinaciones superficiales, y preocupar el juicio con los errores de estas otras potencias.

Quizá no tenía nada que decir. Carecía de camaradas, excepto cuando nosotros lo protegíamos, y en honor de la verdad, nos divertía bastante. No hacía viento para hinchar una gorra, y ya se mareaba; nunca pudo acostumbrarse a la vida de a bordo.

Era quizás Gumersindo la persona que en Madrid tenía más arte para doblarlos, porque ha de saberse que doblar un crespón era tarea tan difícil como hinchar un perro.

Y fue que hizo un cañuto de caña puntiagudo en el fin, y, en cogiendo algún perro en la calle, o en cualquiera otra parte, con el un pie le cogía el suyo, y el otro le alzaba con la mano, y como mejor podía le acomodaba el cañuto en la parte que, soplándole, le ponía redondo como una pelota; y, en teniéndolo desta suerte, le daba dos palmaditas en la barriga, y le soltaba, diciendo a los circunstantes, que siempre eran muchos: ¿Pensarán vuestras mercedes ahora que es poco trabajo hinchar un perro

Si las máxîmas de Voltaire se publicasen desnudas de adornos, y viniesen, como solemos decir, á cara descubierta, dudo que hubiese hombre sensato que las adoptase; mas viniendo vestidas con quanto puede halagar los sentidos y hinchar la imaginacion, no es de extrañar se hayan impresionado en el entendimiento de los que son mas sensibles que racionales.

Palabra del Dia

godella

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