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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Claro está que al derribarse la casa antigua fueron echados a la calle los servidores jubilados, y entre ellos Manuela. En vano intentó ver a la duquesa. El mayordomo, un burgués en canuto, más aristocrático y orgulloso que el amo a quien sisaba, no permitió que se acercase a la señora. Manuela comenzó entonces a subir esa calle de la amargura que se llama miseria.

Racionalmente concebida, la democracia admite siempre un imprescriptible elemento aristocrático, que consiste en establecer la superioridad de los mejores, asegurándola sobre el consentimiento libre de los asociados.

Los novelistas, sin embargo, sienten cierto aristocrático desdén hacia la literatura dramática, á su juicio sobradamente artificiosa y mercantil. Cuentan que Honorato de Balzac y Alejandro Dumas se encontraron una tarde en la puerta de la Comedia Francesa. Dumas acababa de entregar el manuscrito de La señorita de Belle-Isle.

Pocos minutos después, hallábame en el tren, sentada frente a mi tío, completamente desorientada y aturdida por el movimiento del tráfico y por la novedad de mi posición. Así que me repuse algo, examiné al señor de Pavol. Mi tío, de altura mediana, bien formado, de espaldas anchas, manos gruesas, coloradotas y poco cuidadas, no ofrecía a primera vista un aspecto aristocrático.

El aislamiento del pequeño mundo clerical era tan completo, que una muralla separaba la ciudad ó fortaleza eclesiástica del barrio aristocrático y el mercantil ó plebeyo. En aquellos tiempos en que la iglesia era militante y cada obispo un soberano mas ó ménos poderoso, el templo tenia por lo común el aspecto ó la posicion de una fortaleza, y cada canónigo tenia el aire de un combatiente.

El nombre de Clementina Salabert salía en todas las conversaciones de la juventud elegante, se veía impreso en todas las crónicas de salones, sonaba en Madrid como el de una de las más brillantes estrellas del firmamento aristocrático. Tuvo buena porción de amoríos o noviazgos que no produjeron huella alguna en su corazón.

Después de la llegada de los marqueses de Torrebianca sus predilecciones literarias, indeterminadas hasta entonces, se concretaron en pro de las fábulas que se desarrollan en un ambiente aristocrático, teniendo por héroes á personajes del llamado gran mundo.

La capa bohemia se burla de los libros de caja, de la mentalidad del tendero, de la sensibilidad chirle de los malos poetas. La capa bohemia, sobre toda la prosa, sobre todo el horror de las horas vulgares, es el pájaro azul. Es la bella locura del ideal. Ved de cuál gentilísimo linaje aristocrático es el manteo con que cubre su clorosis y sus espaldas desnudas la señorita Bohemia.

Con tales aprestos, D. Joaquín, mejorado de facha, empezó a ganar amigos; y Rafaela, bien vestida, mejor hablada, decorosa e insinuante, fue haciendo olvidar su vida pasada, se introdujo poco a poco entre la flor y la crema de la sociedad, abrió sus salones y convidó a su mesa a lo más encopetado y aristocrático de todo el Imperio: a los poetas, a los Ministros, a los oradores, a los diplomáticos y a los militares.

En efecto, yo me explico, aunque no disculpo, esta pícara vanidad. ¡Es tan distinguido, tan aristocrático, tener una linda mano! Hasta se me figura a veces que tiene algo de simbólico.

Palabra del Dia

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