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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Ellas no podían hacer el viaje, como en otros años; pero Rosalindo iba á representarlas, pues el Señor del Milagro es bondadoso y admite toda clase de sustituciones. Lo importante era pagar un cirio para que ardiese en su procesión. Tomá, hijo, y cómpralo de los más grandes le decían las mujeres al entregarle el dinero . Te pido este favor porque fuí muy amiga de tu pobre mama.

La calle, como dilatada por el calor, introducíase por todos los huecos, haciendo llegar sus hedores y ruidos a los extremos más recónditos de las casas. Las habitaciones que ocupaban los dos jóvenes ardían de la mañana a la noche bajo la llama del sol. Descendía del techo un calor asfixiante, como si sobre él ardiese un horno.

Esto fue bastante para que don Baltasar ardiese en esperanzas, alentase ilusiones, diese cuerpo a las soñadas venturas de su deseo, y se creyese ya en posesión de un tesoro que no podía ser suyo, sino a costa de la vergüenza, de la traición, del perjurio y de la infamia de mi madre. ¡Pero a qué locuras no lleva la sombra de una esperanza a un enamorado!

Crishna, vencedor y libertador ya, aparecía precedido de Kureva y de Lakshmi, númenes de la opulencia, y de Karnala y Smara, númenes del amor. Sobre su pecho resplandecía el conquistado Samantaka, talismán de todas las venturas. Y Crishna iba difundiéndolas a su paso por donde quiera; y no había corazón de mujer, mortal o diosa, que al contemplarle no ardiese en amoroso fuego.

Los cabellos de Gertrudis se han desprendido y flotan libremente; brilla en sus ojos una llama que sólo se ve en las personas ebrias de felicidad; todo su ser parece sumido en el deleite de esos momentos. Si no me ardiese el pie como fuego del infierno... dice cuando Juan la lleva a su sitio. ¡Descansa un poco! Ella se echa a reír.

Alegrósele, empero, el alma cuando, tan sin traición y tan obligado, dentro se vio de aquel jardín, por el cual, y por alguna comunicación que acaso encontraría fácil, podría llegar hasta las plantas de aquella que tan sin alma le tenía, y sorprenderla tal vez melancólica y pensativa a impulsos del encendido amor en que él anhelaba ardiese; y sin más detenerse, hollando silenciosamente la blanca y menuda arena, que entre flores y plantas formaba calles y laberintos, fue a dar en un corredor cubierto de enredaderas, y como allí hiciese oscuro, prosiguió a tientas, y a poco halló a diestra mano una escalera, al cabo de la cual, y no a mucha altura, dio en un corredor, que le llevó derechamente a una mampara, y abriéndola hallose más a oscuras que antes; pero por la luz que se dejaba ver en unos como resquicios de puerta, yendo a ella abriola recatadamente, y quedose como extasiado y suspenso, que en un rico camarín, sentada, de espaldas a él, delante, de un espejo de Venecia, descubrió a doña Guiomar, que, con el tesoro de sus dorados cabellos se entretenía.

No ha de extrañarse que todo esto se viera en las miradas de Clarita. Eran miradas transparentes, en cuyo fondo fulguraba el alma como diamante purísimo que por maravilla ardiese con luz propia en el seno de un mar tranquilo. El Comendador estuvo un rato observando aquella escena muda, y se convenció de que ni Doña Blanca ni D. Valentín recelaban nada de los amores de la niña.

El camarero del café le descubrió que su amo era poseedor de una mesa giratoria por medio de la cual consultaba con los espíritus cuanto quería. Bastó esto para que el paisano ardiese en deseos de conferenciar con el cafetero y asistir a alguna de aquellas sesiones maravillosas.

En la capilla de S. Pedro dotó doce memorias por D.ª Leonor de Bocanegra, su prima, y tambien dejó dotacion para que en el Sagrario ardiese un cirio continuamente; y á fin de que en la procesion de las vísperas y fiesta de las Once mil Vírgenes se llevase la cabeza de Sta. Ursula, dejó para distribucion 50 maravedís de moneda blanca.

Los ángeles con vestidos blancos, y los demonios con otros de lino y seda, entretejidos de oro ó plata: encendidas las máquinas vomitaron con gran estrépito innumerables maquinillas, que llaman cohetes, en número de más de diez mil, y no hubo ninguna que no ardiese y no diera un horrendo estallido, de suerte que parecía que ardía todo, el cielo y la tierra y el aire, conmovido todo hasta en sus cimientos.

Palabra del Dia

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