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Actualizado: 19 de junio de 2025
Así en otros tiempos en circo estendido El fuerte guerrero yacia caido Y el carro que hollaba seguir triunfador!» El centinela atento le escuchaba Y el corazon guerrero arder sintió, Y aquel fusil que al frente presentaba Rendido hasta sus plantas abatió. «Envueltos sus restos por patria bandera Encuentren al menos en tierra estrangera La tumba que al mártir su patria negó.
En efecto, el criado entraba en este momento; sólo tuvo que recoger los restos carbonizados tirados por el suelo. Y si nadie me hubiera socorrido continuó María Teresa sonriendo, habría sido víctima de este accidente. No se lo reprocho; pero usted ha querido encender estas bujías de cera que quieren ser de la época, y ha colocado mal la pantalla que usted ha hecho arder.
No, yo quiero verla, yo quiero ir allá exclamó la joven derramando de súbito un torrente de lágrimas . Yo quiero verla. Inés es una buena alma. Estamos engañados. Ella no puede haber cometido ninguna mala acción. Señora, lord Gray no la ama ni puede amarla. Quien lo dijese es un infame que merece arder en el infierno por toda la eternidad, traspasada la lengua con un hierro candente.
Juanito, con la atención de un muchacho, seguía las vertiginosas curvas de aquellas veloces rayas de fuego en el obscuro espacio. Cuando comenzaron a arder con gran estruendo los fuegos artificiales en un extremo de la feria, él no abandonó su asiento.
Varios retratos de familia, de pomposas damas y de caballeros armados, prestaban autoridad a las habitaciones y les ponían muy aristocrático sello. Durante los fríos y las nieves invernales se estaba allí muy a gusto, gracias a enormes chimeneas donde podían arder troncos enteros de encina y a colosales estufas de loza vidriada que había también en no pocos cuartos.
Yo soy para vos ese demonio tentador que embriaga, que no se puede apartar de la memoria, que no merece ser amado y que no se ama, pero que se desea, que se desea con una sed insoportable, que hace arder nuestra cabeza en una fiebre dolorosa, y gemir nuestro pecho que respira mal, que está dolorido... y al mismo tiempo soy para vos la pobre mujer que ningún mal os ha hecho, á quien veis sufrir de una manera desesperada, cuyas lágrimas no podéis secar, cuyo corazón no podéis dilatar, cuya agonía no podéis curar; un deseo vehemente... una compasión profunda... eso es lo que yo inspiro... ¡amo! ¡amor! ¡oh!
En efecto, cuando sintió caliente la cabeza más de la cuenta el espíritu maligno, se apresuró a arrancarse la peluca, y la careta, quedando al descubierto el rostro de Levita, donde se pintaba el terror. ¡Levita! gritó el público alborozado. El granuja que tenía este apodo, privado de sus atributos infernales, confuso y avergonzado, se retiró de la escena. Al poco rato empezó a arder otra peluca.
¡Sí; él es! dijo, tan sólo, el mancebo. Escuchose entonces un rumor de interjecciones y frases entreveradas. Es un tirano dijo alguien claramente. Su confesor agregó el cura de Santo Tomé ha de arder en el infierno, porque le absuelve. Otros exclamaron: Que se lea el cartel que ha de pegarse en los muros. Es harto tarde. Que se lea, y partiremos.
En que se copia una sentencia que puede arder en un candil
Antes bien, aplaudiré al poeta como poeta, si impugna con primor y con brío lo que yo crea más santo, aunque yo, pongo por caso, como católico, considere que él, como impío, acabará, en castigo de sus bien rimadas blasfemias, por arder eternamente en lo más profundo del infierno. Así me sucede con el Himno á Satanás, de Carducci.
Palabra del Dia
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