United States or Saint Helena, Ascension, and Tristan da Cunha ? Vote for the TOP Country of the Week !


»Dice usted que su tío está cambiado. No debe usted inquietarse por eso, Antoñita. A cada cual se le ha de desear lo que más apetece, y siendo así que cuanto más abatido se siente él está más contento, tenga usted por seguro que cuanto peor le parezca que se encuentra tanto mejor juzgará estar el doctor.

Siempre tienen guerra, que es su mayor deleite: cuando vencen, llevan al pueblo los vencidos, con tanto acompañamiento como si fuera boda. Si quieren matar á alguno hacen grandes fiestas; y en tanto que duran, le dan todo cuanto pide y apetece, y mugeres con que se divierta, hasta la hora en que le han de matar.

El reino fuerte crece en señorío Cuanto más se ejercita. Viva el ocio, En la que tiene muerto el albedrío. Y así no hay que temer, mi buen hermano, Que es más Menguilla de lo que parece, Y aun de mostaza, si os parece grano. Que éste mi ardor que tanto os apetece, Tiene más de gigante que de niño, Aunque ayer se engendró y hoy nace y crece.

Conoce el hombre el bien, va en busca de él, y todos los bienes de este mundo no pueden llenar sus deseos: de aquí infiere que hay un Bien sumo distinto de este mundo, que en encierra todos los bienes, que á este se enderezan sus inclinaciones, y que en su posesion consiste su felicidad, pues que en ella consiste el poseer todos los bienes que apetece. Este sumo Bien es Dios.

Que no quiere, ni apetece otra cosa que el bien espiritual y temporal de todos ellos; que á este fin ha destinado en esta capital un hermoso colegio, en que sus hijos sean doctrinados y enseñados, costeando la real hacienda los maestros necesarios, para que se hagan tan sábios é instruidos como los mismos españoles; y que en esa atencion se les proponga deliberen enviar los suyos á este colegio, asegurándoles que serán bien tratados, queridos y regalados; cuyas insinuaciones no solo convendrá que las expresen á los caciques de aquella jurisdiccion los emisarios ó exploradores sobredichos, sino tambien el comisionado, el Gobernador de plaza, y aun el oficial ú oficiales á quienes se hubiere de encomendar el mando de las expediciones, el tiempo y cuando hubiese de llegar y pasar por sus terrenos.

Finalmente, despues de tanto cuanto se ha espuesto sobre vicios y defectos en la administracion, asi de justicia como de la hacienda en aquellas posesiones, y remedios que desde luego podian emplearse para cortar abusos, remediar males, y dar impulso á la prosperidad de las Islas, resta aun añadir, que si se quiere y desea la felicidad de aquellas provincias; si de buena fe se apetece su paz, tranquilidad y público sosiego, teniendo en cuenta que aun ha de pasar algun tiempo hasta que las Córtes puedan ocuparse de los trabajos que presente el Gobierno para formular las leyes especiales para Ultramar, muy útil, muy conveniente y provechoso seria para perfeccionar aquellos trabajos, pedir á nuestras provincias ultramarinas bases sobre qué fundar las nuevas disposiciones que tienen que formularse, discutirse y sancionarse.

Aquí los tienes dijo sentándose al lado de su hermano. Mira a mamá ¡qué bien está! Tan guapetona como siempre añadió guiñando un ojo y apuntando con los labios a su madre, que estaba sentada de espaldas a ellos. ¿No te apetece darla un beso?... Vamos, dáselo...

¿Que derramo sal?... Prueba esta agua y verás cómo no está salada repuso la traviesa niña tomando un poco del río con el hueco de la mano. Joyana quiso probarla, en efecto, pero antes que lo efectuase Flora se la arrojó á la cara. Con esto el minero se alegró mucho más y sonreía haciendo muecas de mono. Oye, Plutón: ¿no es verdad que apetece comerse esta manzanita colorada sin mondarla siquiera?

Lo que sucede en esto es, que la voluntad apetece este bien verdadero, y esta felicidad, inclinándose naturalmente ácia el bien; pero engañado el entendimiento, y llevado de la concupiscencia, le ofrece otros bienes solo aparentes, y á veces falsos, que tal vez la apartan de aquel mismo bien verdadero.

Pero, calmándose inmediatamente y comunicando a sus palabras un tono dulce y persuasivo, añadió: Lo que el cielo confía al hombre al nacer nadie puede revelarlo más que la religión, y ésta nos dice que el hombre cifra no pocas veces su honor en lo que debiera considerar como su ruina y perdición... Generalmente, lo que el mundo más aprecia y apetece va contra la ley de Dios.