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Actualizado: 10 de octubre de 2025


En cuanto a los pies, no se ven, pero se sospechan; en cuanto al cabello, la Magdalena se lo envidiaría. Estoy impaciente por ver y oír ese portento exclamó con exaltación el vizconde, el cual siempre estaba, como lo indicaba su nombre, montado medio tono más alto que todos los demás vizcondes . Preparemos los anteojos y entremos. Entre tanto el joven embozado había desaparecido.

Usted recordará que supe en la vía San Cristófano que el señor Malandrini usaba anteojos con arcos de oro. ¿No será, acaso probable, que los use en Florencia para ocultar el defecto que tiene en la vista? ¡Yo también creo lo mismo! respondí. ¡Me parece que ha adivinado! Pero, por otro lado, ni su sirvienta ni sus vecinos sospechan que sea extranjero.

Los dos dirigieron sus anteojos sobre Bettina. Está deslumbrador esta noche, el lingote de oro continuó Martillet. Mira, pues, la línea del cuello... los hombros... tan joven y ya tan mujer. , está preciosa, y alegre también, mira... ¡Quince millones, según parece, quince millones de ella sola, y la mina de plata que continúan explotando!

Habla muy bien el italiano convino el viejo, pero dicen que tiene un leve acento. Vuelva en el acto a la vía San Cristófano le dije, excitado por su última teoría y haga mayores averiguaciones sobre la vista y los anteojos de este misterioso individuo. La anciana que está al cargo de sus habitaciones lo ha de haber visto sin anteojos, no hay duda, y le podrá decir lo que hay de verdad.

El cura, que la conocía, vio que no debía tirar más de la cuerda sensible, y respondió tranquilamente, ajustándose los anteojos: Al desear casar a su nieta, señora, cumple usted con su deber... La abuela me lanzó una mirada de triunfo. Pero Magdalena está en su derecho al querer reflexionar añadió. Y, a mi vez, levanté la cabeza victoriosamente.

Todo aquel conjunto de cielo y montañas me observaba y hacia corría... pero todo era frío y severo en su gran majestad. Enséñenme una cosa delicada y cariñosa... la Nela, ¿en dónde está la Nela? Al decir esto, Golfín, descubriendo nuevamente sus ojos a la luz y auxiliándoles con anteojos hábilmente graduados, le ponía en comunicación con la belleza visible. ¡Oh!

Un maestro había perdido unos anteojos que se habían encontrado en su faltriquera: el rapé de otro había pasado al chocolate de sus compañeros, o a las narices de los gatos, que recorrían bufando los corredores con gran risa de los más juiciosos; la peluca del maestro de matemáticas había quedado un día enganchada en un sillón, al levantarse el pobre Euclides, con notable perturbación de un problema que estaba por resolver.

La profesora acogió estas palabras con una larga pausa, durante la cual sus anteojos de concha lanzaron un brillo amable que parecía acariciar al gigante. Pensaba, sin duda, que este hombre grosero y de aspecto monstruoso era capaz de decir cosas ingeniosas, como si perteneciese al sexo inteligente, ó sea el femenino.

Para evitar la luz del sol usaba constantemente enormes anteojos azules de rejilla, que ocultaban por completo sus ojos y parte de sus mejillas, dándole un aspecto de ciego ó enfermo de la vista. Se mantenía de pié con las piernas separadas como para guardar el equilibrio, las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. El remedio es muy sencillo, repitió, ¡y no costaría un cuarto!

Como yo llevaba la llave en mi llavero, lo abrí y levanté la tapa. Las bisagras debían estar muy enmohecidas, pues al abrirse gimieron y silbaron. Adentro del ataúd había un hombre... Había un hombre vivo, enteramente vivo, hasta sano y de buen color. Se le conocía el oficio en su afeitado rostro de curial y en sus grandes anteojos azules.

Palabra del Dia

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