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Si a la vacilante claridad de las estrellas se aventura a salir de su guarida sus miradas inquietas se hunden en la obscuridad de los árboles sombríos para cerciorarse de que no se divisa en ninguna parte el bultito blanquecino del niño, y cuando llega al lugar donde hacen encrucijada dos caminos, le arredra ver venir por el que él deja al niño animando su caballo.

Al entrar en las piezas ocupadas por el populacho doloroso, se transfiguraban, animando con su regocijo el ambiente cargado de lamentos, de perfume de drogas y hedor de carnes rotas. El recuerdo de madres y novias adquiría mayor relieve al ser evocado por sus labios.

Las privaciones del presidio habían encanecido sus cabellos rubios en las sienes y blanqueado su barba rala, pero el gesto sereno de la juventud seguía animando su rostro. Era un «santo laico», según confesaban sus adversarios. Nacido dos siglos antes, hubiese sido un religioso mendicante preocupado por el dolor ajeno y tal vez habría llegado a figurar en los altares.

Y en un discurso que trahe Zurita de un Frayle Dominico, animando al Rey de Francia para la conquista de la Tierra Santa, dice, que los Catalanes ya habian abierto el camino, y que sería lo mas importante de la empresa tenerles de su parte, y alentarles, para que tambien emprendiesen la jornada.

A medio día, cuando un rayo de sol filtraba su faja de oro en la penumbra de lo cuadra humana, las moscas de primavera llegaban hasta el oscuro rincón, animando con su zumbido la soledad. Algunas veces entraban Zarandilla y su mujer a ver a Mari-Cruz. Ánimo, muchacha; hoy ties mejor cara. Lo que importa es que eches todo lo malo que se te ha subío al pecho.

Una mujer, una mujer sola, débil, desconocida, pobre, descalza, con un cordon á la cintura, con los cabellos sueltos por la espalda, con los ojos inflamados, con la mano derecha suspendida, mostrando una medalla de cobre, recorria las calles de Paris, apostrofando á unos, consolando á otros, exhortando y animando á todos. ¡No temais, no temais! El cielo vela por la ciudad.

A la hora del alba, cuando la nueva luz comenzó a señalar las rendijas de la ventana, el amor de Beatriz se encendió como nunca en su pecho. Pensó en ella apasionadamente. Pensó con frenesí en el goce de vivir y de amar, animando junto a él la ilusión de una boca bajo la suya, de sedosa cabellera perfumada, entre sus propias holandas.

Las vivas impresiones que Cervantes recibió en esta larga peregrinación, se revelan hasta en sus últimas obras. En el Persiles viajan los dos peregrinos Periandro y Aristela por Valencia, Cataluña y la Provenza hasta Italia, ruta, que, al parecer, siguió él mismo, animando estos cuadros con sus propias observaciones.

El chiquillo estaba encantado. Habiendo perdido todo temor, le confesó que le dolía el alma ya de tanta fatiga, de no comer, de no dormir con sosiego, de ser machucado por todo el mundo... «¡Si yo le contase las crujías que he pasadoAl compás de las cañas la conversación se fué animando, estableciéndose pronto entre ambos una cariñosa familiaridad.

La generala, al pronunciar estas palabras en voz baja y reprimida, se había ido animando poco a poco; sus mejillas se habían coloreado fuertemente, y por ellas rodaban, al concluir, dos gruesas lágrimas. Miguel se sintió conmovido. Mucho siento haberla ofendido... ¡Perdóneme usted! No; tienes razón para tratarme así repuso llevándose el pañuelo a los ojos.