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Actualizado: 18 de junio de 2025
¡No me conocíais! ¡No me habéis visto antes de ahora! dijo la Dorotea, que comprendía en la mirada del fraile, fija en ella, algo de espanto, mucho de anhelo y muchísimo de afecto. El bufón se anticipó al padre Aliaga. No, hija mía, no; este respetable religioso no te conocía ni de nombre. Me estáis engañando dijo de una manera sumamente seria la Dorotea.
Tendidos sobre la caldeada tierra a orillas del río, cuyas frescas emanaciones buscábamos con anhelo, entreteníamos las horas hablando, cantando o haciendo eruditas disertaciones sobre la campaña tan felizmente emprendida.
Y ahora, niña, agregó quiere verla a usted, le ha entrado una desesperación por verla, le dijeron que usted se casa, pero ella porfía que no puede ser. Por un momento, Adriana imaginó la confusión que se produciría en su casa cuando llegara el cura y la buscaran inútilmente. Pero esto le pareció de una importancia irrisoria; en su espíritu ya no había sino el anhelo de ver a Laura.
Dio un brinco y se plantó sobre la baranda del corredor; ascendió luego fácilmente por el grueso sarmiento de la parra que se enlazaba retorciéndose a las columnas de madera que sostenían el tejadillo, encaramose sobre éste y echando una mirada recelosa en torno y otra de ávido anhelo a la ventana del palomar, sacó la lengua y se relamió repetidas veces con repugnante ausencia de sentido moral.
Pero eso es muy vago... muy dudoso dijo con anhelo Montiño ; si la reina ha de responder de todas las cartas que lleven por firma Margarita... Oíd, señor Montiño, oíd, y observad que la Dorotea no es lerda.
Una angustia deliciosa me oprimía el pecho blandamente. Sentía escalofríos de anhelo y voluptuosidad, cual si me hallase a las puertas mismas de la dicha. Pasado aquel extraño transporte, que debe achacarse en gran parte a la material impresión del movimiento, me sentí tranquilo; pero me confesé ingenuamente que estaba enamorado de la monja sevillana mucho más aún de lo que había imaginado.
No sabía con qué objeto ni qué podría conseguir en el viaje, pero ansiaba verse junto a Gallardo, con ese anhelo cariñoso que cree aminorar el peligro colocándose cerca de la persona amada. Aquello no era vivir. Se había enterado por los diarios del gran fracaso de Juan el domingo anterior en la plaza de Madrid.
Mi único anhelo es acaso que sepáis que pienso y siento como vos, que ardiente sed de tiernos afectos agita y quema mi corazón sin que la satisfaga ser alguno de cuantos miro cerca de mí.
Me mortifica, me pone nervioso y colérico el ver que hay alguien que posee una parte de mi secreto. Ahora no pensemos más que en Currito Báez. Amigo, siento deseo irresistible, anhelo profundo de matar a un hombre. Yo también. ¿Cuándo le despachamos? Mañana por la noche se lo diré a usted. ¿Quiere usted que le ejercite un poco en la esgrima? Nada más oportuno. Vengan los floretes.
Don Paco, después de vagar en la soledad por espacio de dos días y después de tantas penas, emociones y lances, anheló para desahogo confiarse por completo con alguien. ¿Y con quién mejor que con el maestro de escuela, hombre de bien, sigiloso y tan excelente y desinteresado amigo, primero de Juanita y de él más tarde? La mujer del alguacil fue, pues, a llamar a don Pascual de parte de don Paco.
Palabra del Dia
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