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Actualizado: 18 de junio de 2025


Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo, ¡salud! te grita el alma que pronto va a partir. ¡Salud...! ¡Oh, que es hermoso caer por darte vuelo, morir por darte vida, morir bajo tu cielo, y en tu encantada tierra la eternidad dormir.

Y este anhelo subía de punto al notar yo o al imaginar que notaba que D. Pepito estaba pálido y triste. Y yo me ponía triste también, pero no pálida, sino encendida como la grana, y sintiendo traidora compasión y suave quebranto.

Bueno, tráeme aquel manguito. Castro se apresuró a obedecer el mandato. Clementina, cuando lo tuvo entre las manos se sentó con afectada calma en el diván, y agitándolo luego en el aire exclamó: ¿A que no adivinas lo que contiene este manguito? Sus ojos resplandecían de alegría y orgullo al mismo tiempo. Los de Castro chispearon de anhelo.

El suspiro, además, el anhelo y el deseo, aunque nunca se logren, implican algo de ofensivo para la mujer deseada: son la infracción de un mandamiento cuando esa mujer es de otro. Y con doña Beatriz tal era el respeto y consideración que quería se le tuviese el Conde se enojaba de que alguien pudiera imaginar que él se atrevía a desearla.

Así que, apenas saltó en tierra delante de la puerta, acometida súbito de un vivo e irresistible anhelo, volvió a montar apresuradamente, diciendo al cochero: A casa de mamá. Le abrió el sereno la puerta exterior: la del piso el criado que había estado velando y que aguardaba la salida del señorito para irse a costar. ¿Dónde está mamá? En las habitaciones de adelante con el señorito Emilio.

Los franceses, muertos de fatiga y de hambre en su campamento, aguardaban con anhelo a que la capitulación estuviese firmada. Los que menos paciencia tenían eran los suizos afiliados en el ejército imperial, y así que obscureció, empezaron a pasarse a nuestro campo.

El escultor levantó vivamente la cabeza. ¿Qué señas tenía ese niño? Pues yo no he reparado bien... Era rojito él y blanco. ¿Cuántos años tendría? Tampoco puedo decirle... Era pequeñito... ¿Pero iba en brazos? Ca, no, señor; andaba él solo perfectamente. Lo llevaba la mujer de la mano. ¿Tendría cuatro años? Por ahí... por ahí... Mario se alzó agitado y preguntó con anheló: ¿Qué traje llevaba?

¡Ah, la inocencia! La libertad... y luego mi anhelo de salir de aquella cabaña... las solicitudes de los marineros... todos me prometían sacarme de allí... yo ansiaba ser más... los creía... y todos me dejaban. ¡Oh! Un día, señor, fondeó en la caleta, que estaba delante de la choza de mis padres, un barco de rey.

Pero existe en el interior mío una muy curiosa inconstancia: de pronto me posee un deseo ardiente de que nuestra amistad se convierta en amor, y al rato rechazo como absurdo semejante anhelo y prefiero prolongar indefinidamente esta situación ambigua, para que él pueda seguir añadiendo a los encantos que tengo los hechizos que me faltan. ¡Cómo debo haber embellecido en su imaginación!

Adriana fingía atender las crónicas de su tío. Pero sus pensamientos volaban a casa de las Aliaga. Predominaba en ella la inquietud, su anhelo se perdía en presentimientos confusos, su espíritu se transformaba en un sentido ideal.

Palabra del Dia

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