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Actualizado: 12 de julio de 2025


Venga mañana que es sábado. Mañana... murmuró Amaury vacilando. ¡Oh! venga, venga, se lo suplico insistió Antoñita. Hace tanto tiempo que no nos vemos que debemos tener muchas cosas que decirnos. Ve, Amaury, ve dijo el anciano. Pues bien, hasta mañana, Antoñita dijo el joven. Hasta mañana, hermano mío respondió Antoñita.

En el coche, la mortecina luz de la lamparilla cae sobre los cuadros, rojos, azules, negros, de una manta, resbala sobre la uniformidad parda de la pañosa castellana, se desliza, medrosa, entre las largas y argentadas hebras de la barba del anciano. Cruzamos vertiginosos ante una estación, y se oye un largo campanilleo, que se pierde rápidamente; luego aparece, desaparece un faro verde.

Hace con Sancho distintas pruebas para experimentar su valor; demuéstranlo todas, y el anciano se regocija, no dudando ya de la osadía de su nieto; descúbrele su nacimiento y la obligación en que se halla por su parentesco con un anciano sin honra; Sancho deplora la necesidad en que se ve de renunciar al amor de Sol, á quien mira ya como á su hermana, pero se alegra de saber que corre en sus venas noble sangre, y arde en deseos de castigar al insolente Payo de Bivar.

En la escena siguiente se desenvuelve esta lucha, que atormenta el alma del joven, cuando Ximena, que le habla desde un balcón, le hace oir la voz del amor, y la aparición del Conde lo exhorta al cumplimiento de su deber; la presencia de su anciano padre pone término á sus vacilaciones.

Cantaba un anciano junto a un confesonario, con voz temblorosa, grave y dulce... olvidado de las fatigas del trabajo a que el hambre le obligaba, contra los fueros de la vejez. Cantaba todo el pueblo y el órgano, como un padre, acompañaba el coro y le guiaba por las regiones ideales de inefable tristeza consoladora, de la música.

Giró varias veces sobre misma, y descendió rápidamente trazando una pequeña curva, reflejando sobre su pulimentada superficie algunos pálidos rayos. El anciano vió saltar gotas, oyó un ruido quebrado y el abismo se cerró tragándose el tesoro.

Con un poco de trabajo transportaron a Relimpio al sofá, donde le tendieron, y él entonces entreabrió los ojos y los labios echando una mirada y un suspiro sobre el mundo, de que se alejaba para siempre. La notabilísima alteración de las facciones del anciano alarmó a Miquis, el cual respondía con muda expresión de desconsuelo a las apremiantes interrogaciones de Emilia.

Allí, junto á la chimenea, acostumbraba sentarse el anciano y valiente General; mientras el Inspector, que si podía evitarlo, raras veces tomaba sobre la difícil tarea de entablar con él una conversación, se complacía en quedarse á cierta distancia observando aquel apacible rostro, casi en un estado de semi-somnolencia.

Contrastaba su indisputable aire de gran señor con su traje abandonado y hasta sucio, y dábale todo ello el aspecto de un anciano monarca disfrazado de tendero. Hallábase sentado ante una gran botella de ginebra, que despachaba poco a poco en una inmensa copa de cristal, echando de cuando en cuando algunos terrones de azúcar.

Ya me la imagino, desaseada, inmunda. Señora Francisca ya no está para fiestas, y mi deber, mi obligación es estar allá, con el santo anciano que tanto necesita de quien le vea y le mime. Bueno, es cierto, hago falta allá... pero... aquí ¿quién cuidará de tu tia? ¿Doña Pepita? La pobrecita ya no puede.... Sólo de pensar en eso me apeno y me aflijo.

Palabra del Dia

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