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Actualizado: 22 de junio de 2025


Yo me resistía, sabiendo que es usted una persona decente que sentirá mi presencia como lo peor que haya podido ocurrirle en esta casa. El joven se sintió desarmado por tanta humildad. No, señor; yo estoy acostumbrado a todo dijo con ironía . ¡Se hacen en esta casa tan buenas amistades, que una más nada importa! Además, usted no parece mala persona.

Tenía ella empeño en entablar grandes amistades, y no pasaba cerca de su berlina autoridad o persona conocida sin que Melchor le saludase solemnemente con un sombrerazo hasta las rodillas, ruborizándose muchas veces al ver el gesto de extrañeza con que aquellas personas contestaban a la reverencia de un ente desconocido.

El que ha hecho hasta los veintisiete años la vida independiente que yo, es muy difícil que pueda acomodarse al orden, a la paz, a la serie de sacrificios que el matrimonio exige... Y, francamente, para ser un mal casado, ¿no vale más que permanezca soltero toda la vida?... Por otra parte, si me caso con esa chica, que no está acostumbrada al trato de gente ni ha entrado jamás en sociedad alguna, ya comprendes que debo renunciar en absoluto a mis relaciones y a las antiguas amistades de mi familia: yo no quiero pisar un salón donde mi mujer no haga buen papel... Además, Maximina es demasiado niña y demasiado inocente para dominar a un hombre tan maleado como yo, y para regir una familia...

Se familiarizó con su jerga, adquirió amistades vergonzosas, aprendió a beber y a jugar, pero no cayó nunca en el vicio del robo; en medio de la crápula, supo mantenerse honrado, porque él no era malo, sino haragán. Sus largas ausencias no preocupaban a nadie; eran eclipses parciales, en que desaparecía por encanto y reaparecía por milagro, más sucio, más andrajoso y más hambriento que antes.

Martín era mucho más desgraciado en el molino, donde se había quedado completamente solo, pues no había que considerar compañeros suyos a los jornaleros y al viejo David, que su padre le había dejado al morir. Jamás había tenido amigos, ni en la aldea, ni en ninguna otra parte; Juan compendiaba para él todas las amistades.

Pero este título correspondía por herencia al hijo primogénito, y únicamente Toledo, dado á exagerar la valía de sus amistades, llamaba al segundón lord Lewis. Para Atilio, era «el Decano». Llevaba veinticinco años en Monte-Carlo, y los viejos empleados del Casino, al ver su triste calvicie inclinada sobre las mesas, recordaban al gentleman de otros tiempos, elegante, alegre, vigoroso.

«Ese hombre nos pierde a todos». Estos eran los comentarios en los balcones. Y después de cerrarlos, continuaban dentro las censuras. Muchas amistades perdió De Pas aquella tarde. Sin que se supiera cómo, llegó a ser un lugar común, verdad evidente para Vetusta, que «Barinaga había muerto como un perro por culpa del Magistral».

Para defenderse del siamés, entró en amistades con el chino, que le dijo muchos amores, y lo recibió con procesiones y fuegos y fiestas en los ríos, y le llamó «querido hermano». Pero luego que entró en la tierra de Anam, lo quiso mandar como dueño, hace como dos mil años: ¡y dos mil años hace que los anamitas se están defendiendo de los chinos!

El buen resultado para el ladrón depende de mil circunstancias que deben estudiarse, tales como el carácter del individuo, candidato a robado, sus tendencias, sus aficiones, sus amistades, su parentela, etc. Todo debe ser tenido en cuenta, y no puede darse un paso sin premeditación, bajó pena de perder el tiró.

Debía habérmelos entregado hace tres días, para que usted aprovechase el otro tren... Pero, en fin, vamos á lo que importa. Como usted tiene tantas amistades en Buenos Aires, escriba allá para que envíen todo eso, y descuénteme su importe de mi sueldo de este mes. Moreno tomó los papeles, haciendo signos afirmativos.

Palabra del Dia

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