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Actualizado: 8 de junio de 2025
Lo lamentaba como algo ilógico y extemporáneo, mas no por esto había dejado de interesarle la suerte del príncipe. Si se abstuvo de ir á Villa-Sirena, fué por no parecer entrometido. Varias veces había hablado con el coronel, encargándole que saludase al príncipe de su parte. Luego, como si se arrepintiese de la severidad con que juzgaba aquel duelo, dió explicaciones.
Se había vestido precipitadamente, parecía asustada, y antes de que Robledo la saludase, preguntó con ansiedad: ¿Le ha ocurrido alguna desgracia á Watson?... ¿Por qué viene usted á estas horas?... Sonrió Robledo irónicamente antes de contestar. Watson está bien; y si vengo á tales horas, es para hablarle de otro.
Y usted que es poeta, esclavo de la rima y del metro, hijo de las Musas, continuaba Sandoval haciendo un elegantísimo gesto con la mano como si saludase en el horizonte á las nueve hermanas, ¿comprende usted, puede usted figurarse cómo con un idioma tan ingrato y poco cadencioso como es el francés se puedan formar poetas de la talla gigantesca de nuestros Garcilasos, nuestros Herreras, nuestros Esproncedas y Calderones?
Y Gallardo, sintiendo en su deslumbramiento la necesidad de contestar algo, tartamudeó, como si saludase a un aficionado: Grasias. ¿La familia güena?... Una discreta carcajada de doña Sol se perdió entre el estrépito de las herraduras que resbalaban sobre las piedras con los primeros pasos. Puso la dama su caballo al trote, y todo el pelotón de jinetes la siguió, formando escolta en torno de ella.
Veía en los bancos de enfrente el brillo irónico de unas gafas, el estremecimiento de una barba blanca sobre los brazos cruzados, como si una sonrisa bondadosa e indulgente saludase el desfile de tantos lugares comunes, mustios y descoloridos como flores de trapo. Pero Rafael no se intimidaba. Ya le faltaba poco para llegar a una hora de discurso.
Pues sucedió que cierto día, habiendo fallecido un caballero con quien mantenía alguna relación, se vistió de negro y fue a dar el pésame a la familia. La habitación de la señora estaba medio a oscuras, como es de rigor en tales casos, por lo que fue necesario que ella le saludase antes para saber a dónde dirigirse.
Su suerte estaba echada. Matar toros o morir. Ser rico, y que los periódicos hablasen de él y le saludase la gente, aunque fuera a costa de la vida. Despreciaba los grados inferiores del toreo.
Tenía ella empeño en entablar grandes amistades, y no pasaba cerca de su berlina autoridad o persona conocida sin que Melchor le saludase solemnemente con un sombrerazo hasta las rodillas, ruborizándose muchas veces al ver el gesto de extrañeza con que aquellas personas contestaban a la reverencia de un ente desconocido.
Sí que ven, saluda te digo y mi tía, al propio tiempo que le ordenaba a mi tío que saludase, hacía repetidos movimientos de cabeza en dirección al palco central, sin que fuesen notados por sus ocupantes. ¿Quiénes son, señora? preguntaba Fernanda.
Y bastaba que diese un paso atrás, para que el populacho saludase esta precaución con insultos soeces. La noticia de lo ocurrido en Sevilla en la corrida de Pascua parecía haber circulado por toda España. Los enemigos se vengaban de largos años de envidia.
Palabra del Dia
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