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Actualizado: 13 de julio de 2025
Y Nélida aprovechaba la menor pausa para acariciar con gestos felinos y engañosos al sombrío centauro, que también parecía haber olvidado con la emoción sus recelos y sus amenazas. Acababa de encontrarse Isidro con ellos en el fumadero, y Nélida le había presentado al hermano. Un bárbaro; créame, Ojeda.
Creía olfatear un peligro, con ese instinto misterioso de los seres simples que ven en el aire cosas y amenazas completamente ocultas para las personas de razón; el sentido que hace aullar al perro en la casa donde se prepara una desgracia; el impulso que guía el revoloteo de ciertas aves sobre la vivienda a cuyas puertas llama la muerte.
"¡La Maya está ardiendo!", se gritaba por todas partes; y era desgarrador el espectáculo que ofrecían los pacíficos habitantes de San Luis, muchos de los cuales tienen parientes y amigos en el pueblo incendiado. Los infelices asaltaron la oficina del telégrafo, y con súplicas y amenazas pedían noticias de los seres queridos.
Qué es esto? qué tardais? á dó sois idos? Cómo mi mandado al punto no se hace? No os curais de amenazas, descreidos? Pues no espereis que mas os amenace: Esta agua negra del Estigio lago Dará á vuestra tardanza presto el pago.
Al mismo tiempo escucharon arriba rumor de pasos y una voz áspera que dejaba escapar terribles interjecciones y amenazas. Cuando los pasos tomaron la dirección de la escalera, Rosa exclamó acongojada: ¡Que me mata mi padre, D. Andrés; que me mata mi padre! Y con rápido movimiento se echó fuera de casa, arrastrando consigo al joven.
Creía que con cartas y amonestaciones podría convencer a aquella piedra viva que se llamó D. Carlos, piedra por la tenacidad y falta de inteligencia. En la célebre correspondencia de ambos hermanos, las frases más cariñosas envuelven amenazas terribles. Se ven ríos de sangre corriendo bajo aquellas flores de la zalamería fraternal.
No querían pasar la noche en tierra, y todos estaban resueltos a retirarse a bordo del junco. Cuando el Capitán y Cornelio llegaron al campamento habían ya botado al agua las chalupas y estaban embarcándose en ellas, a pesar de las amenazas de Van-Horn. La llegada de Van-Stael los contuvo. ¿Dónde vais? les preguntó el Capitán amartillando resueltamente el fusil. A bordo dijeron algunos.
La primera noche que pasaron en las playas del continente australiano transcurrió en calma, a pesar de las amenazas del antropófago. Sólo los lúgubres aullidos de los dingos turbaron el silencio que reinaba en el campamento. Habían pasado cinco días.
El viento, al mecer el trapo chorreante, fue manchando las piezas inmediatas, y un concierto de maldiciones y amenazas, de puños crispados y bocas que proferían las más feas palabras contra él y su madre, obligó al Zapaterín a recoger su manto de gloria y salir por pies, cubiertas de rojo cara y manos, como si acabase de cometer un homicidio.
Contestóles Reseguin verbalmente en los términos mas benignos y eficaces para consolarlos, y no obstante su corto número de tropas, determinó dejarles á D. Joaquin de Soria, teniente del regimiento de infanteria de Savoya, oficial de acreditado espíritu y conducta, con 25 veteranos y salteños: destacamento que le pareció suficiente, así para tranquilizarlos, como para sostener la expedicion, que de aquellas propias milicias habia dispuesto entrase en la provincia de Lipes, con las miras de hacer presos á los cabezas principales de aquel levantamiento, libertar la muger del difunto corregidor, que aun mantenian prisionera, vestida á su uso, y en servicio de una de las indias principales, y tambien para acabar de afianzar la quietud de aquellos naturales, cuyas turbaciones se daban las manos con las de la provincia de Porco, que suscitaban en Yora, Tomabe y otros pueblos, algunos ánimos inquietos: las que dieron no pocos cuidados y desvelos á la imperial villa de Potosí, que se vió muchas veces amenazada de ser invadida por aquellos insurgentes, cuyos temores tomaban mayor incremento, por la impericia militar y natural en un Gobernador togado, que sobresaltaba y precavia mas de lo que era necesario, para las amenazas que diariamente le dirigian los rebeldes, con el fin de mantenerle en continuo subsidio, hasta que las acertadas operaciones de Reseguin hicieron calmar todos los recelos, como lo espresa el mismo Gobernador D. Jorge Escobedo, en carta de 9 de Abril de 1781, en que lo dice aquel Ministro: "Confio se restablezca la quietud de estos lugares, porque ya parece manifiestan el miedo, que los primeros pasos de Vd. les ha dado; pues ayer hubo carta, en que piden se interceda por ellos para el perdon, y en Tomabe podrán á estas horas estar presos los principales."
Palabra del Dia
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