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Actualizado: 22 de junio de 2025
Y sus últimas palabras ya no se oyeron, pues se alejó con la cara oculta en el delantal. Isidro hizo subir en un carruaje de alquiler a la llorosa Feli, conmovida por los adioses de la gitana. Recordaba el joven los primeros tiempos de su amor, cuando vagaban por las cercanías de Madrid, ocultándose de las gentes. Desde entonces no habían ido en coche.
Cuando llegaba, después de amanecer, a los Cuatro Caminos, encontraba ya a Pepín en medio de la calle reclutando muchachos para alguna excursión a Amaniel con carácter de razzia, que ponía en alarma a los dueños de los merenderos. Maltrana, al levantarse, ajustaba sus cuentas con el padrastro, dándole lo que podía por el alquiler del cuarto.
Cada uno de ellos se pone de parte de su patrón, aunque ambos son de alquiler. EL PRIMER «CHAUFFEUR». ¡Qué aire más ridículo tiene tu cliente...! ¡Apenas puede mantenerse en pie...! EL SEGUNDO «CHAUFFEUR». ¡Tu cliente sí que parece ridículo...! ¡Seguramente está temblando!
El vizcaíno, que así le vio venir, aunque quisiera apearse de la mula, que, por ser de las malas de alquiler, no había que fiar en ella, no pudo hacer otra cosa sino sacar su espada; pero avínole bien que se halló junto al coche, de donde pudo tomar una almohada que le sirvió de escudo, y luego se fueron el uno para el otro, como si fueran dos mortales enemigos.
Aquélla era, en verdad, la Salamanca fantástica que recorrió el D. Félix de Montemar de Espronceda, cuando iba en pos del blanco espectro de Doña Elvira..... Cruzan tristes calles, Plazas solitarias, Arruinados muros..... Etc., etc. Aquellos eran los campanarios que lo seguían, agitando sus esquilones, Como mulas de alquiler Andando con campanillas.....
En fin, la última vez que estuvieron los dos, el joven le dijo al viejo aquí en el portal: «no importa nada; total, un trimestre de alquiler y los muebles, que como son pocos y buenos no estorban; la semana que viene me los llevaré a mi casa y servirán para renovar el gabinete..., o por si algún día me caso.»
Roussel, Herminia y Mauricio, de pie delante de la mesa, se miraban estupefactos, aterrorizados, mudos. Por último Mauricio, como si no creyese á sus ojos, se inclinó hacia el jardín y buscó al espectro. Pero no vió más que un coche de alquiler que se colocaba delante de la verja, esperando á la terrible visitante. ¡Es ella! dijo por fin Roussel en voz baja. ¡Vais á ver! ¡Oh!
Quiero, la contesté, que se pase usted al hotel de enfrente ahora mismo, que entregue usted estos veinte francos al amo de la fonda, en pago de los quince dias de alquiler que Luisa le debe, que dé usted estos otros cuatro napoleones á Luisa para que atienda á sus necesidades, que averigüe el nombre y domicilio de los padres del estudiante de Estrasburgo, y que procure saber de la jóven si tiene algun tio, algun hermano, alguna persona de respeto á quien acudir, trayéndome la nota de los nombres y del punto de residencia.
He llegado ayer a Rieux, después de un viaje muy penoso y de haberme detenido en París algunos días. Desde Coulomiers a Rieux he tenido necesidad de hacer el viaje montada en un caballo de alquiler, conducido por un muchacho. Hacía un viento norte muy frío, y no creo que en Siberia pueda sufrirse tanto como yo he sufrido al atravesar aquellos montes nevados.
En el paseo de Hyde-Park, no puede entrar en carruaje mas que la aristocracia; los coches de alquiler, siquiera conduzcan al hombre mas virtuoso é ilustre del mundo, no tienen entrada en el paseo ... juzguen esto los que declaman tan alto en loor de esa nacion....
Palabra del Dia
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