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Actualizado: 22 de junio de 2025


Vió un automóvil de alquiler, un automóvil de París, con su taxímetro en el pescante. El chauffeur se paseaba tranquilamente junto al vehículo, como si estuviese en su punto de parada. No tardó en entablar conversación con este señor que se le aparecía roto y sucio como un vagabundo, con media cara lívida por la huella de un golpe.

La generala siguió tomando la cuenta con calma, el semblante pálido, la voz un poquito alterada. Miguel se vio necesitado a salir aquella noche sin sombrero. Esperó un rato en el portal vecino y se metió en el primer coche de alquiler que acertó a cruzar. Al fin la generala cedió a los deseos, vehementemente expresados por su amante, y se confió a la doncella.

Y, ¡cómo persigue a María Vargas ese caballerete que ha venido de París, con sus versos copiados de François Coppee, y su política de alquiler, que vino, sirviendo a la oposición y ya está poco menos que con el Gobierno! El padre de María Vargas va a ser Ministro y él quiere ser diputado. Elegante es.

Pagaban tres duros por él; pero transcurrido el primer mes, no pudieron satisfacer el segundo, y abandonaron la habitación, salvando casi milagrosamente sus escasos muebles. Más aún que los tormentos del hambre, temía Maltrana las inquietudes y desasosiegos que traía consigo el alquiler. Feli sólo se preocupaba de asegurar el techo.

Desta manera lamentaba también su adversa fortuna mi amo, dándome relación de su persona valerosa. Pues, estando en esto, entró por la puerta un hombre y una vieja. El hombre le pide el alquiler de la casa y la vieja el de la cama. Hacen cuenta, y de dos en dos meses le alcanzaron lo que él en un año no alcanzara: pienso que fueron doce o trece reales.

Una disposición extravagante, mezcla de hidalgo orgullo y amarga ironía, cerraba el testamento del argonauta. Colón, antes de morir, había instituido un mayorazgo con los grandes bienes que poseía en las Indias. El pobre Méndez, sin una casa «donde morar sin alquiler», no quiso ser menos que su antiguo jefe e instituyó un mayorazgo con todos sus bienes.

En el fondo abierto de la planicie estaba otro automóvil de alquiler, y junto á él los tres militares. Acudió Lewis á saludar al príncipe. Hacía poco que habían llegado, y como tenía prisa, se encaró inmediatamente con el coronel.

Habían buscado un carricoche de alquiler y le habían llevado, yendo en su compañía su criado y los dos forasteros que le sirvieron de testigos. A los cuatro días del lance, se cumplieron en efecto los pronósticos del doctor, y D. Luis, aunque magullado de los golpes y con la herida abierta aún, estuvo en estado de salir, y prometiendo un restablecimiento completo en plazo muy breve.

Avanzó hasta el coche de alquiler que esperaba fuera de la verja. Antes de subir á él, se volvió para afirmar con un tono de graciosa amenaza: Si no vienes, no me verás más. Creeré que deseas romper conmigo, que me encuentras molesta y antipática... Te espero. Agitó una mano á guisa de despedida, mientras el carruaje se iba alejando. ¡Ya era hora! exclamó Miguel al verse solo.

Discutieron largamente, pero la mujer oponía a todas sus razones la misma respuesta tenaz: No me acompañes... Iré yo sola. Acabó el cuñado por rendirse, y en un coche de alquiler fueron a la plaza, entrando en ella por la puerta de Caballerizas.

Palabra del Dia

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