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Actualizado: 1 de octubre de 2025


El marchaba ahora por la buena senda. Sus deseos de venganza le habían colocado entre los adversarios de Alemania. Lamentaba su antigua ceguera y estaba satisfecho de su nueva situación. No hacía secreto de su conducta: servía á los aliados. Y por eso me buscas, por eso has arreglado esta entrevista, tal vez de acuerdo con tu amiga la doctora.

Lo que yo digo, señor Reyes y el señor don Juan Nepomuceno dio un puñetazo, no muy fuerte, sobre la mesa , es que no eres un hombre práctico, y que te sienta mal el papel que quieres inaugurar al estrenarte de padre de familia. Una carcajada de Marta, seca, estridente, que quería ser una serie de bofetadas, resonó en el comedor, con pasmo de sus mismos aliados. Todos se miraron sorprendidos.

Pero ¿por qué andaban escasos de armas los alemanes? Pues simplemente porque los aliados les tomaron más de cuatro mil cañones desde el mes de julio. Supongamos que yo me lanzo con un cuchillo sobre el lector. El lector retrocede, para el golpe, y se pone a forcejear conmigo hasta que logra desarmarme.

¡Oh!, de eso no nada exclamó el posadero ; sólo puedo decir que hasta el presente los aliados no han pasado de Mutzig y, además, que no hacen daño a nadie y que admiten a todos los hombres de buena voluntad que quieran combatir al usurpador. ¡El usurpador! ¿Qué es eso? ¡Bah! ¡Napoleón Bonaparte, el usurpador, todo el mundo lo conoce! Miren ustedes a la pared.

Todo ello entendido á la letra, podrá ser ilusión ó sueño vano; pero, como figura, expresa enérgicamente la virtud taumatúrgica de la fe que tienen los hombres en el genio superior y en los altos destinos del pueblo á que pertenecen: fe dominadora de los númenes, que los evoca, los atrae y se los gana para aliados y para amigos.

Tras ellos se agrupaban muchos ballesteros de La Nuit y del Brabante, que observaban con interés el ejercicio á que se entregaban sus aliados ingleses. ¡Bravo, Gerardo! dijo el viejo Yonson á un mocetón de ojos azules y rubio cabello que con labios entreabiertos y fija mirada, seguía la dirección de la flecha que acababa de lanzar.

Por fortuna, el Mediterráneo estaba libre de tal calamidad. Los ingleses tenían bien guardada la puerta de Gibraltar, y todo él era un lago tranquilo dominado por los aliados. Antes de acostarse, Ferragut entró en una cámara de la cubierta alta, donde estaba instalada la telegrafía sin hilos. Le atrajo el chirriar de aceite frito que lanzaban los aparatos.

Los primeros días se presentaron á bordo vistiendo su uniforme; luego volvieron con traje civil, para habituarse á ser simples oficiales mercantes de un vapor neutral. Los dos conocían por referencias los viajes anteriores de Ferragut, sus servicios á los aliados, y se entendieron simpáticamente, sin ningún prejuicio de nacionalidad.

Tendríamos también, seguramente, un gobierno Maura y un régimen de censura; pero como toda Europa estaría en condiciones análogas, no constituiríamos una excepción. ¡Qué orden, qué paz, qué tranquilidad las del mundo si, en vez de triunfar los aliados, hubiesen triunfado los alemanes! Entonces, nadie se hubiese vuelto contra los triunfadores.

Hullin sacudió la cabeza; Catalina, con los labios contraídos, se sentó frente a él, muy derecha en la silla, con los ojos fijos y atentos, y dijo: ¿De modo que la cosa está mal... decididamente... y tendremos la guerra aquí? , Catalina; de un día a otro veremos llegar a los aliados a nuestras montañas. Lo sospechaba..., estaba segura de ello; pero hable usted, Juan Claudio.

Palabra del Dia

reclinándose

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