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Actualizado: 4 de junio de 2025


Se le cambió el color oyendo esto al hijo del boticario, de resultas de un aleteo y dos volteretas de algo que sintió en las honduras del pecho; protestó con energía de la sencillez de su pesadumbre, y rogó a don Claudio que se explicara con mayor claridad, para acabar de entenderle y de desengañarle; pero el comandante se hizo el sueco, y con dos golpecitos en la espalda y otra cordial alabanza de su valeroso arranque, dio por terminada la entrevista, despidiéndose de Leto «hasta la noche» y recomendándole mucho que no faltara.

Este guadañazo pasó cerca de las piernas del director del combate; pero don Marcos no estaba para reparar en ello. Un regocijo infantil le hizo correr sin objeto. Su levita parecía reir con el aleteo de sus faldones. Tan alegre estaba, que casi abrazó á Martínez. Debía darse la mano con el príncipe; era necesaria una reconciliación. El oficial se resistió al consejo.

Al encontrarse con algún grupo de míseros compatriotas, intentaba reanimarlos lo mismo que cuando hablaba en la plaza pública bajo el aleteo de las banderas, coreado por trompetas y tambores. Esto pasará pronto. He recibido magníficas noticias, que no puedo decir.... ¡Los nuestros se aproximan! Pero su voz tenía el sonido de una moneda falsa.

Un ligero rumor semejante al aleteo de dos moscas turbaba el profundo silencio de la casa. El diputado miró al único balcón que estaba entreabierto. Su madre y don Andrés hablaban en el comedor: se ocuparían de él como siempre. Y cual si temiera ser llamado, perdiendo en un instante el bienestar de la soledad, abandonó el patio, saliendo a la calle. Las dos de la tarde.

A veces seguía á campo traviesa, de un grupo de cruces á otro, aplastando con la huella de sus neumáticos los surcos abiertos por la labranza. Tumbas... tumbas por todos lados. Las blancas langostas de la muerte cubrían el paisaje. No quedaba un rincón libre de este aleteo glorioso y fúnebre.

Temblaba el suelo á lo lejos con blancas palpitaciones, semejantes al aleteo de una banda de mariposas posada en los surcos. Sobre unos campos, el enjambre era denso; en otros, formaba pequeños grupos. Al aproximarse el vehículo, las blancas mariposas se animaban con nuevos colores.

El silencio era tan completo que hasta se percibía el aleteo de los pájaros al desprenderse de las temblorosas ramas, y de cuando en cuando, a gran distancia, sonaba el silbato de una locomotora, o el rechinar de las ruedas de algún carro que pasaba por el camino del Pardo. Don Juan andaba despacio, pisando hojarasca, que crujía bajo sus pies como quejándose.

Veía ya todos los objetos claramente. Sus ojos abarcaron á Freya con una mirada en la que se confundían el odio y el remordimiento. La cabeza, hundida en el cojín, presentaba un perfil doloroso. Parecía mucho más vieja, como si su edad se hubiese doblado con las lágrimas. El golpe brutal había hecho huir con fúnebre aleteo su frescura y su maravillosa juventud.

El emprendía la marcha desfallecido, sin otro lastre que una taza de café recalentado o una copa de aguardiente, unas veces bajo la lluvia que se introducía por las rotas suelas de sus zapatos, otras sacudido por fríos huracanes que agitaban las mangas de su macferlán con aleteo de pajarraco fúnebre. Una mañana, al salir de casa, se detuvo asombrado.

Giraban los ventiladores, y sobre las negras filas de pechos femeninos mariposeaban los abanicos con incesante aleteo. Maltrana fijó su mirada entre las dos columnas de la plataforma, allí donde ordinariamente había una especie de mostrador encristalado lleno de tarjetas postales y «recuerdos de viaje» que vendía el mozo del salón encargado de la biblioteca.

Palabra del Dia

rigoleto

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