Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 10 de julio de 2025
Hable, Judit; hable por favor exclamó el pobre joven. Pero la desgraciada no podía: los sollozos ahogaban su voz. Arturo cayó de rodillas. Ella no pronunció una palabra, pero lloraba, y el joven creyó que aquellas lágrimas eran su mejor justificación. ¿Me ama usted, pues, aún?... ¿No ama a nadie más que a mí?... Sí repuso ella, tendiéndole una mano.
Por la mañana me esforzaba en reír, quería fingir la indiferencia y la alegría de un pájaro, creyendo que ese era el papel que mejor me convendría y más le agradaría; pero los cantos y la risa se ahogaban en mi garganta, y él lo notaba muy bien, pues sonreía con expresión compasiva, y yo sentía redoblar mi vergüenza.
Velázquez, que advirtió la maniobra, sintió que un flujo de sangre le invadía la cabeza y le cegaba. Llevó la mano al bolsillo para sacar la navaja; quiso levantarse, pero no tuvo fuerzas para hacerlo, como si una mano de hierro le hubiese clavado á la silla. Bañó su frente un sudor frío y, en vez de partir el corazón de su rival, sintió ganas atroces de llorar. Los sollozos le ahogaban.
»Mientras hablaba de este modo, las lágrimas y los suspiros ahogaban su voz. ¡Ah! Tenía razón, era sufrir demasiado; y yo, débil mujer, no tenía la fuerza suficiente para luchar con su amor.
En el acto, el Emperador manda que la artillería de la Guardia dispare algunos cañonazos sobre el hielo para que se hunda, y entre los desmenuzados cristales caen al agua dos mil rusos con sus cañones, caballos, pertrechos, armas, municiones y carros, precipitándose confusamente, sin que sus compañeros les prestaran socorro, porque no pensaban más que en huir, y huyendo se ahogaban, y quedándose morían barridos por la metralla francesa. ¡Qué espantoso desastre para aquella pobre gente, y qué gran victoria para nosotros!
Desgarradores fueron los gritos que en aquella ocasión lanzó donna Olimpia, al considerar que se ahogaban sus más bellas esperanzas. Donna Olimpia tuvo, sin embargo, que callarse, porque el corsario, brutal e iracundo, la amenazó con arrojarla también al mar si no se callaba. De lo que ocurrió al día siguiente ya hemos dado cuenta. Ya sabemos cómo el corsario pagó de una vez todos sus delitos.
Antoñita se interrumpió como si tuviese que hacer un gran esfuerzo para acabar la frase, y por fin, dijo: ...estoy decidida a ser su esposa. Está bien, Antoñita dijo el señor de Avrigny, y puesto que ésta es tu resolución... Sí, padre mío, ésa es mi resolución inquebrantable contestó la joven pugnando en vano por contener los sollozos que la ahogaban.
Antonia bajó al jardín. Allí encontró a Amaury sentado en el mismo banco en que había dado a Magdalena el último beso que fue la causa de su muerte y mordiendo desesperado el pañuelo como queriendo impedir que se escapasen de su pecho los sollozos que le ahogaban. Amaury dijo la joven tendiéndole la mano que él, emocionado, estrechó en silencio nos da usted mucha pena a mi tío y a mí.
Una Relación contemporánea del suceso que se conserva en la Biblioteca Colombina, y que debió ser escrita por un testigo ocular, dice al llegar á este punto: «El humo, la confusión, voces y llantos, particularmente de las mujeres, fué tan grande, que unas se arrojaban de las ventanas, otras de los corredores y otras caían desmayadas, medio muertas; fué mucho mayor el daño que la turbación les causó, que el que el mismo fuego les pudiera hacer, si advertidamente y con orden fueran saliendo; pero como el miedo de la muerte no da lugar á estos discursos, cayendo unas y tropezando otras en las caídas, empezaron juntamente con el humo á subir al cielo las voces y quejas de los que se ahogaban sin remedio, como las de los que faltándoles ya las mujeres, ya los maridos, ya los hijos, ya los parientes y amigos, juzgaban el peligro en que quedaban aunque estaban ya fuera.
Mirando los salones interminables que parecían iglesias, pensábase involuntariamente en la noche, cuando las sombras ahogaban la macilenta luz de la candileja del avaro y los pasos del viejo y su criada sonaban como en el ulterior de una cripta, en un medroso silencio interrumpido por los crujidos de la madera vieja y las veloces carreras de las ratas.
Palabra del Dia
Otros Mirando