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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Lo que usted quiera y cuando usted quiera respondí yo temblando, por el compromiso que adquiría con aquel hombre para quien eran cosa de juego excursiones que a me descoyuntaban. Pues queda de mi cuenta el caso me replicó ; y no hay más que hablar.

Discreto y afable, humilde, grave y silencioso cuando se hallaba en sociedad, procurando borrar y confundir su personalidad entre las demás, adquiría relieve cuando subía a la cátedra del Espíritu Santo, lo que hacía a menudo. Allí se expresaba con desenfado y verbosidad sorprendentes.

En el comer era donde no escatimaba lo más mínimo. Adquiría, sin regatear, diariamente cuatro libras de pan, y hasta, a veces, solía regalarse el estómago con un trozo de queso o de cebolla, o con media docena de manzanas, compradas en el puente nuevo. Los domingos y días festivos permitíase el lujo de comer sopa y carne, y el resto de la semana se chupaba los dedos recordándolo.

La negra cabellera quedaba teñida de azul profundo mientras el óvalo adorable de su rostro y el cuello firme y mórbido se coloreaban levemente por un azul celeste. La línea delicada y correcta de sus facciones adquiría perfección ideal, y todo su semblante se transfiguraba con una expresión angélica de beatitud.

Pero llegaba la noche sembrada de estrellas, y allá en la plaza de Mina, escuchando los sones armoniosos de la música, favorecidos por la sombra, de nuevo se acercaban para verterse en el oído los dulces secretos de su corazón. Y su amor entonces adquiría un sentimiento de tierna intimidad, venía envuelto en promesas halagadoras que los ponía gozosos y locuaces.

Estaba siempre de buen humor, incluso cuando no le daban nada de comer, y se enorgullecía de sus enfermedades, dándole las gracias al doctor Chevirev por la gota, que consideraba una enfermedad noble, con la que su importancia adquiría aún mayor relieve.

María Teresa sintió que la inundaba una alegría indefinible; ¡por fin adquiría la prueba manifiesta de la defección de Huberto! Diana quedó confundida al ver el aire de alegría con que su prima recibía aquellas revelaciones. No se animó a servirle las frases de consuelo que traía preparadas, como buena persona que trata de curar las heridas que ha hecho.

Pepe concluyó por sufrir con paciencia aquel tono entre cínico y burlón de su querida. A fuerza de charlar logró hacerlo desaparecer. Clementina, cuando estaba tranquila, era afectuosa, alegre, pronta a compadecerse y a los rasgos de generosidad; su rostro, tan bello como original, no adquiría nunca dulzura, pero una expresión bondadosa y maternal que lo hacía muy simpático.

Basilio sintió que su corazon latía debilmente, que sus piés y manos se enfriaban y que la negra silueta del joyero adquiría contornos fantásticos, circundados de llamas. Allá se detenía Simoun al pié de la escalera y como dudando; Basilio no respiraba. La vacilacion duró poco: Simoun levantó la cabeza, subió resueltamente las escaleras y desapareció.

Primero era una estrella, después una luna, después un sol enorme que se iba extendiendo y adquiría al mismo tiempo un vivo color rojo. Aquel sol crecía, crecía constantemente. Su disco inmenso de color de sangre tapaba la mitad de la bóveda; después, cubrió las dos terceras partes; por último la llenó toda. Don Roque quedó un instante deslumbrado. De repente no vió nada.

Palabra del Dia

bagani

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