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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Desaparecían las molduras de las paredes bajo un chapeado de cuadros estrechamente unidos como las escamas de una coraza. ¿Quién podía tachar á Desnoyers de avaro?... Gastaba mucho más que si un mueblista de moda fuese su proveedor. La idea de que todo lo adquiría por la cuarta parte de su precio le hizo continuar estos derroches de hombre económico.

El ayudante hablaba mejor, y adquiría cierto donaire en cuanto se trataba de denigrar al clero. Pido la palabra gritó una voz atiplada desde un palco. ¿Quién es? ¿Quién es? se preguntaron unos a otros los espectadores y los altos dignatarios del escenario. Es el hijo del Perinolo. ¿Quién? El hijo del Perinolo. El hijo del Perinolo.

Me ligaba a gentes que podían ser mis servidores, no mis amigos; me arraigaba sin advertirlo, sabe Dios con qué resistentes fibras, en lugares que habría de abandonar lo más pronto posible; adquiría, en fin, costumbres que no conducirían más que a hacer de la persona ambigua que usted conocerá más adelante, mitad campesino y mitad dilettante, tan pronto lo uno como lo otro, y muchas veces uno y otro sin que jamás ninguno de los dos prevaleciera.

Un agente de cambio de sus amigos le hacía operaciones por 20.000 francos al mes; un pintor le compraba cuadros, un especulador enriquecido adquiría terrenos para ella. Servicios gratuitos, es verdad, pero ninguno dejaba de serle útil porque todos aspiraban a ser amados. A los impacientes que estrechaban demasiado el cerco, les enseñaba su casa: una casa de cristal.

Según nos aproximábamos a la provincia de Sevilla, el paisaje adquiría tonos más secos y calientes. La comarca se desenvolvía ondulante como un mar de olas inmensas, petrificadas, hasta los últimos confines del horizonte. Era una tierra roja, sangrienta, que infinitas hileras de olivos rayaban de verde gris.

Si a uno le tocaba la lotería, si a otro le daban un buen empleo, si el de más allá se casaba con una mujer rica o adquiría gran caudal con su industria, o se hacía famoso por su talento, la delicadeza exquisita de los habitantes de Lancia se sobresaltaba y procuraba, rebajando el dinero, el talento, la instrucción o la industria de su vecino, poner las cosas en su verdadero sitio.

Pero el pueblo colombiano, como sucede con todos los pueblos colocados en análogas circunstancias, si bien cediendo á un natural impulso, habia desplegado todas sus fuerzas para sacudir el yugo de la esclavitud, no bien dispuesto aun á recibir la nueva forma de gobierno, poco ilustrado para conocer los medios de aprovecharse de la libertad que habia conquistado, y no comprendiendo el valor de los deberes que adquiria al adquirir nuevos derechos, pronto se vió envuelto en las discordias civiles por no prestarse de buen grado á ellos.

Al cabo de una media hora llegó á un pequeño arroyo en cuya opuesta orilla se levantaba una especie de colina, masa negra é informe que adquiría en la oscuridad proporciones de montaña. Basilio pasó el arroyo saltando sobre piedras que se destacaban negras sobre el fondo brillante del agua, subió la colina y se encaminó á un pequeño recinto encerrado por viejos y medio desmoronados muros.

Además, en el corral mugía una vaca de repletas ubres y cacareaban docenas de gallinas de incansable fecundidad. La harina amasada por la sirviente y el café espeso como barro era todo lo que el Tritón adquiría con su dinero. Si buscaba la botella de aguardiente de caña á la vuelta de una natación, era para emplear su contenido en frotaciones. Una vez al año el dinero entraba por sus puertas.

Total: que el rústico adquiría una bestia sin regateo por el duplo de su valor, habiendo además tomado a préstamo una cantidad con crecido interés. En cada negocio de estos, don Jaime doblaba el capital. Después venían inevitablemente los apuros de la víctima; los intereses amontonándose; las nuevas concesiones, más ruinosas todavía, para amansar a don Jaime y que diese un mes de respiro.

Palabra del Dia

bagani

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