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Jamás se ha pronunciado esa palabra entre nosotros... Había yo creído, loca de , que el amor... los sentimientos de admiración apasionada y de entusiasta simpatía que él expresaba, lo conducirían a eso... Me escribió... y le respondí... Esta es la imprudencia que hoy expío con crueles agonías... más crueles de lo que usted puede pensar.

Algunos años antes, había emprendido con un camarada tan loco como yo, a través de Alsacia, Suiza y el Ducado de Badén un verdadero viaje de buhonero, con el saco a cuestas, a jornadas de doce leguas, rodeando las poblaciones de las cuales sólo deseábamos ver las puertas, y marchando siempre por sendas y atajos sin saber a dónde nos conducirían.

Respondióle el P. Arce que se detuviese su Reverencia en San Rafael, que él en una canoa iría á los Payaguás, de quien por haberse ya ganado su ánimo y afecto, se prometía que le conducirían á la Asunción, de donde por Abril del año siguiente, volvería para llevarle.

Me ligaba a gentes que podían ser mis servidores, no mis amigos; me arraigaba sin advertirlo, sabe Dios con qué resistentes fibras, en lugares que habría de abandonar lo más pronto posible; adquiría, en fin, costumbres que no conducirían más que a hacer de la persona ambigua que usted conocerá más adelante, mitad campesino y mitad dilettante, tan pronto lo uno como lo otro, y muchas veces uno y otro sin que jamás ninguno de los dos prevaleciera.