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Al llegar á la calle Ancha vió un grupo más numeroso. Pasó cerca sin intención de pararse, cuando uno se adelantó hacia él y le detuvo. ¿Quién podía ser sino el pomposo Calleja, el barbero insigne de La Fontana? Haciendo grandes aspavientos y dando al viento su atiplada voz, puso sus pesadas manos sobre los hombros del joven, y dijo: ¡Eh!, muchachos, aquí está el gran hombre, nuestro hombre.

Así es, que estando a la puerta misma de su aposento, a la izquierda volviose, y palpando la pared, adelantó hasta tocar una mampara de seda, y tan rica, que ella le demostró que no al aposento de la doncella debía dar entrada una tal manpara, sino al de doña Guiomar.

Damián se adelantó muy sereno, cruzando con el turbado jockey un guiño picaresco, un gesto de pillo redomado, que vio muy bien la condesa, sintiendo, a pesar de su vergüenza, que se le sublevaba allá por dentro lo poco de gran dama que quedaba en ella. Pase vuestra excelencia, señora condesa dijo.

En vano luchaban las tituladas autoridades. ¡Muchachas! ¡Hijas mías! decía el gobernador todo se arreglará... Nombrad una comisión. Una de aquellas desdichadas se adelantó diciendo: Mire ustéz usía..., estamos hartas, y no nos da la gana.

Por otra parte, estaba la señora Ladbrook, que de cofia y con un turbante en la mano hacía una reverencia y sonreía con dulzura, diciendo: «De ningún modo; yo esperaré»; a otra dama que se hallaba en la misma posición que ella y que atentamente le ofrecía la precedencia frente al espejo. Pero apenas la señorita Nancy hizo su reverencia, una dama de cierta edad se adelantó.

Y al mismo tiempo el joven se sintió arrastrado por una simpatía misteriosa hacia el fraile. Adelantó sin encogimiento, saludó, y dijo con respeto: ¿Es vuestra paternidad fray Luis de Aliaga, confesor del rey? Yo soy, caballero dijo el fraile bajando levemente la cabeza. Traigo para vos una carta de su majestad. ¿De qué majestad? De su majestad la reina. Y entregó la carta al padre Aliaga.

Así, donde quiera resalta en España el vivo contraste de un inmenso adelanto artístico, ya pretérito, y un lamentable atraso presente, en la agricultura, las fábricas, el comercio, las ciencias, las artes mas comunes, las comunicaciones, el gusto, las costumbres, etc. ¿Cambiará en breve esa situacion?

En suma, pues, el adelanto y progreso moral de Filipinas es inevitable, es fatal. Las Islas no pueden continuar en el estado en que están, sin recabar de la Metrópoli más libertades. Mutatis, mutandis. A nuevos hombres, nuevo estado social. Querer que continúen en sus pañales, es exponerse á que el pretendido niño se vuelva contra su nodriza y huya desgarrando los viejos trapos que le ciñen.

Lo primero que se les presentó fué Cunegunda y la vieja que estaban tendiendo unas servilletas para que se enxugasen en unas tomizas. Al ver esta escena, se puso amarillo el baron; y el tierno y enamorado Candido contemplando á Cunegunda toda prieta, los ojos lagañosos, enxutos los pechos, la cara arrugada, y los bazos amoratados, se hizo tres pasos atras, y se adelantó luego por buena crianza.

Vestía la reina un magnífico traje de brocado de oro sobre azul, tenía cubierto el pecho de joyas, y en los cabellos, rubios como el oro, un prendido de plumas y diamantes. Espera al rey dijo para el padre Aliaga. Y adelantó hacia la reina. Margarita de Austria dejó sobre la mesa un devocionario ricamente encuadernado que tenía en la mano á la llegada del padre Aliaga.