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Actualizado: 27 de junio de 2025


Como un inmenso murmullo de marea, todas las bocas confirmaron a coro: Amén. La reina se levantó, y se sentó en el trono, junto al rey, resplandeciendo de santidad y de hermosura. Y en la atmósfera vibró un coro de invisibles ángeles, mientras se retiraban lentamente el gran inquisidor de Felipe II y sus demás acompañantes, de vuelta al palacio de la calle del rey Francisco.

Dupont ordenó con el gesto a todos los que le rodeaban, que le siguiesen fielmente en sus respuestas al sacerdote. ¡Sancte Michael!... Ora pro nobis contestó el amo con voz firme, mirando a sus acompañantes. Estos repitieron las mismas palabras, y el Ora pro nobis se extendió como un rugido, hasta la cabeza de la procesión, donde el señor Fermín, parecía llevar el compás de tantas voces.

De este modo presentó sus acompañantes a la fiel nativa como una tía anciana y su hija, que venían a recobrar la salud perdida. Nada más creíble, por otro lado, pues la señora decaía vertiginosamente.

Se le destrozaba el corazón ante la idea de que se hubiese matado por él. Los recuerdos del pasado se revolvían contra las afirmaciones del doctor y defendían victoriosamente la causa de Honorina. La multitud abrió paso al señor Stevens y a sus acompañantes. Guiados por los agentes llegaron a la cámara mortuoria. La señora Chermidy estaba en su cama con el mismo vestido que la víspera.

Delante, rodeado de seis u ocho marineros, de su hijo Pablo y algunos amigos, iba don Rosendo, silencioso, preocupado, escuchando los comentarios de sus acompañantes, que los pronunciaban con la voz entrecortada por la fatiga. Tiene suerte don Domingo; llega con más de media marea dijo un marinero aludiendo al capitán de la Bella-Paula. ¿Qué sabes si llega ahora?

Todo Buenos Aires aristocrático desfilaba por aquella galería: los grandes hombres de estado, el alto comercio, la banca, el ejército, la magistratura, el foro, las letras, la prensa. Las mujeres, cubiertas por pieles y felpas variadas, ganaban la escalera friolentas y apuradas, prendidas del brazo de sus acompañantes.

La imagen y sus acompañantes, sorprendidos por el amanecer, parecían una tropa disoluta volviendo de una orgía. Cerca del Mercado quedaron los dos «pasos» abandonados en medio de la calle, mientras toda la procesión «tomaba la mañana» en las tabernas inmediatas, sustituyendo el vino de la tierra con grandes copas de aguardiente de Cazalla y Rute.

Cuando había otros acompañantes en Gasparini, o cuando se consideraba perjudicial la conversación muy prolongada, Pez se iba a la Saleta o a Embajadores, donde Rosalía, hallándole al paso, cambiaba algunas palabras con él. Notaba la dama en su amigo un mudo y ceremonioso respeto, y las galanterías con que la obsequiaba eran siempre caballerescas y de estilo un tanto rebuscado.

Habían apostado más de ochenta mil duros, ¿é iban á dejarlos entre las uñas llenas de tierra de aquella gente? ¡Cristo! ¡Cómo se reirían de los mineros!... Los más furiosos saltaron la cuerda, y haciendo retirarse á los acompañantes del Chiquito, se colocaban á ambos lados quitándose las chaquetas y las boinas.

«¿Por qué no? se dijo . Lo mismo es ésta que las que bailan en el boliche del Gallego. ¡Todas mujeresContinuaron su paseo por la orilla del río la marquesa y sus dos acompañantes. De pronto, ella se levantó un poco sobre la silla para ver más lejos. En una pradera orlada de pequeños sauces por la parte del río había dos caballos sueltos y ensillados.

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