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Andando de vuelta, fueron los acompañantes adornando las carretas y los bueyes con ramajos de la montaña, y así desfiló la alegre comparsa por delante de la casona y para que viera mi tío los gloriosos trofeos de nuestra bestial hazaña; y así bajó al pueblo, donde hubo cánticos y bailoteo por largo, con la «salsa» a mis expensas por especial encargo mío.

Además, le molestaba el libertinaje grosero, ruidoso, con publicidad, como un alarde de riqueza. «Esto no lo hay en París decían sus acompañantes admirando los salones enormes, con centenares de parejas y miles de bebedores ; no, no lo hay en ParísSe fatigaba de tanta grandeza sin medida.

Mari Díaz estaba temblando ó haciendo que temblaba junto á él. Don Bernardino, empolvado por el tablado, que no estaba muy limpio, se había levantado trémulo de cólera, había desenvainado la espada, y se había ido hacia Juan Montiño. El alférez y sus acompañantes se interpusieron. Dejad que mate á ese hombre que me ha afrentado dijo don Bernardino.

Llegados a un bosquecillo no muy distante de la fortaleza, dispuse que nuestros tres acompañantes se quedasen allí con los caballos. Sarto tenía un silbato con el cual podía llamarlos en mi auxilio; pero hasta aquel momento nadie nos había visto ni aparecía señal de peligro. Yo tenía la esperanza de que Miguel siguiera desprevenido, creyéndome postrado todavía en el lecho.

Son los guiris dijo Bautista a Martín. Me alegro. La media compañía se acercó al grupo. ¡Alto! gritó el sargento . ¿Quién vive? España. Daos prisioneros. No nos resistimos. El sargento y su tropa quedaron asombrados, al ver a un militar carlista, a dos monjas y a sus acompañantes llenos de barro. Vamos hacia el pueblo les ordenaron. Todos juntos, escoltados por los soldados, llegaron a Viana.

Y acompañado de sus amigos salió con paso seguro del cementerio, cuya puerta cerró el sacristán tras de ellos. Señores dijo entonces el padre de Magdalena a sus escasos acompañantes: ya han visto ustedes por la inscripción de la losa, que el hombre que les habla ya no es un ser viviente.

Este inesperado retraso hizo que dichos militares llegaran á San Luis con mucha demora, por lo que el tren que á las 3 de la tarde sale para Guantánamo ya había partido, lo que obligaría al coronel Machado y sus acompañantes á permanecer en San Luis hasta el día siguiente.

En esto llegaron y se dio tierra al cuerpo de la señora de Rubín, delante de las cuatro o cinco personas acompañantes, las cuales eran Segismundo y el crítico, Estupiñá, José Izquierdo y el marido de una de las placeras, amiga de Segunda. Ballester, afectadísimo, hacía de tripas corazón, y se retiró el último.

Avanzaban cautelosamente, se detenían, volvían la cabeza para mirar al amo. Su cola elevábase con movimientos que revelaban indecisión; sus orejas aguzábanse con la inquietud. ¡Chist! ¡chist! murmuró el Mosco para que sus acompañantes permaneciesen quietos en la espesura. Todos estaban de rodillas, apoyados en las manos, avanzando la cabeza lo mismo que los perros para oír mejor.

Es difícil, señorita, fijar la fecha de una reminiscencia. Más difícil es ser franco repuso ella entre el asombro de sus dos acompañantes. Yo lo soy siempre que es necesario. Quiere decir que en este caso no lo considera usted necesario, señor. ¿Y en qué consistiría mi falta de franqueza, señorita? dijo Ricardo envolviendo a Lorenzo en una mirada que parecía decir: «¡Ayúdame!», o «déjanos solos».