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Actualizado: 20 de junio de 2025


Cuando llegué a la puerta me detuve y lancé al interior una mirada ansiosa: sentada de espaldas a , delante de un piano estaba una mujer. Seguía cantando. Yo me acerqué silenciosamente, atravesé la habitación y quedé de pie, inmóvil, detrás de ella.

Ningún español se encaminaba hacia allí, a no ser los granujas, que, entonces como ahora, gustaban de meter las narices en todas partes. Llevado de mi curiosidad, me acerqué al Retiro, y también recorrí otros sitios hacia el Mediodía, igualmente ocupados como posiciones ventajosas.

Luego desde mi gabinete que Pepe y aquella mujer levantaban mucho la voz: me acerqué a una puerta y la llorar, llegando a mis oídos palabras que me helaron de espanto: «despojo» «compasión» «maldadPor fin salió nerviosa, excitadísima, blanca de cólera, y desde la puerta de la escalera, tragándose las lágrimas dijo: «¡Ojalá, si tiene usted hijos que paguen lo que hace con el míoMe quedé aterrada, volví al gabinete, llamé a Faustina mi doncella, en quien sabe usted que tengo absoluta confianza, y mostrándole desde el balcón a la mujer que en aquel instante salía del portal le dije: «Coge el mantón, síguela y averigua quien es y donde vivePepe pasó la tarde de un humor intolerable y ordenó que bajo ningún protesto se abriese la puerta a aquella desdichada.

Otro día perdido. Jueves. Lloviznando. Cristeta, encerrada en casa, se distrae zurciendo ropa blanca. De rato en rato, hilos y aguja se le caen sobre el regazo. «Veremos... ya lleva tres ojeos. ¡Se me pasan unas ganas de hacerle señas para que se acerque

Abandonar pues la religion católica, será abjurarlas todas; será tomar el partido de vivir sin ninguna; dejar que corran los años; que nuestra vida se acerque á su término fatal, sin guia para lo presente, sin luz para el porvenir; será taparse los ojos, bajar la cabeza, y arrojarse á un abismo sin fondo. La religion católica nos ofrece cuantas garantías de verdad podemos desear.

Ni eres mi padre para reprenderme, ni el cura de la parroquia para darme consejos... no puedes hablar de Antonio ni de ningún otro hombre que se me acerque... porque ya ves... cualquiera pensaría que lo haces por envidia. Manolo se alzó de la silla como si le hubiesen pinchado. Toda su sangre dió una vuelta y le acudió al rostro.

Es una desgracia, porque la comida está pronta, va á perderse y el pobre muchacho será reprendido por su padre. Si el señor no hubiera comido por casualidad, me haría un servicio... Di un golpe violento con el pie. Márchese, le he dicho. Cuando salía me acerqué á ella. Mi buena Luisa le dije, la comprendo y le doy las gracias: pero esta noche sufro bastante y no tengo hambre.

En una ocasión tropezaron mis ojos con los de la hermana, y me miró alegremente. ¡Coquetuela! exclamé para adentro. Sin embargo, al fin no pude resistir más, y me acerqué cuando ya se disponían a emprender la retirada. Fue en mal hora, porque Suárez no se apartó un punto de la hermosa monja.

La madre y la hermana, de pie, me miraron fijamente, respondiendo con una corta inclinación de cabeza a la mía, pues creí no deber pasar de allí. Ambas me parecieron mucho más altas. Miré la cama, y vi, bajo la bolsa de hielo, dos ojos abiertos vueltos a . Miré al médico, titubeando, pero éste me hizo una imperceptible seña con los ojos, y me acerqué a la cama.

Poco a poco fui acercándome a la puerta de Jerez, y me encontré, cuando menos lo pensaba, frente al vasto y suntuoso edificio alzado por Felipe III para la confección del rapé. Di bastantes paseos por delante de él. Al cabo, me resolví a franquear la verja, y me acerqué a una de las puertas. ¿El señor administrador? pregunté a un hombre que me pareció portero.

Palabra del Dia

rigoleto

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