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Actualizado: 18 de junio de 2025


En cuanto a Byron, lo dudo y puede usted esperar sin inconvenienteHabían pasado muchos meses sin ninguna alteración; el invierno se acercaba cuando creí notar en la fisonomía de Magdalena una sombra, una preocupación que jamás había manifestado. Su cordialidad, siempre igual, revelaba los mismos afectos, pero había más gravedad en ella.

De pronto las conversaciones cesaron: ¿por qué?... Lentamente, muy orondo, muy teatral, el mirar impertinente y dominador, un gallo se acercaba... «¡Chantecler!»... pensó Rostand. Y ya no vaciló: la obra estaba hecha.

Barbarita no gustaba de prodigar su tesoro, y apenas acercaba el papel a las respingadas narices de las otras, lo volvía a retirar con movimiento de cautela y avaricia, temiendo que la fragancia se marchara por los respiraderos de sus amigas, como se escapa el humo por el cañón de una chimenea. El tiro de aquellos olfatorios era tremendo.

Amalia, en vez de gozar como antes con sus gracias infantiles, parecía huirlas. Dio orden de que no se la llevasen por la mañana a la cama, según costumbre. Cuando la tropezaba casualmente en los pasillos, pasaba de largo evitando mirarla. A todo más se acercaba preguntándole con acento displicente: ¿No te has lavado todavía? Anda, ve a que te arreglen.

Tardó unos instantes en darse cuenta de su situación. Luego lo recordó todo de golpe... ¡Solo!... ¡Ella no había llegado!... Ignoraba si iban transcurridos minutos ú horas. Otra cosa, además de la inquietud, le había vuelto á la vida. Adivinó en la silenciosa obscuridad algo real que se acercaba. Un pequeño ratón parecía moverse en el corredor.

La respiración continuaba siempre laboriosa, las pupilas dilatadísimas e insensibles a la acción de la luz, y los líquidos que apenas tomaba, se quedaban en la garganta produciendo esos estertores penosos que impresionan tanto. Este último síntoma era de augurio fatal. Mi tío estaba consternado: su mujer iba desapareciendo lentamente sin hacer mención de reconocerlo cuando se acercaba a su lecho.

Bien que las Santas Escrituras y los pensamientos de un pobre cura de campo no pueden ser comprendidos por una señorita joven y linda y bastante enamorada de misma. Y me miró sonriendo; pero sus labios temblaban, porque se acercaba la hora de la partida. Ten cuidado de abrigarte bien en el camino, Reina. Pero, señor cura, si estamos en Agosto, con un calor para ahogarse.

Algún caballero se acercaba con disimulo a las habitaciones contiguas, espiando el momento de tender la mano sobre los riquísimos vegueros esparcidos en bandejas de plata.

Y voy por él. ¡Un manto! ¡una litera! añadió dirigiéndose á una puerta . Después, venid, madre mía; él estará ya aquí. ¡No oís! ¡dueñas! ¡lacayos! Adiós, hija mía, adiós dijo la duquesa viendo que se acercaba gente, y salió. Pronto, doña Inés, mi manto; que pongan una litera al momento repitió con impaciencia doña Clara. Y cinco minutos después, dentro de una litera salía del alcázar la joven.

Pero ¿cómo ignorarse en aquella casa lo que era tan sabido y tan llorado en todas las del lugar? Y en esta situación, ¿quién se acercaba, sin un consuelo racional, a aquella familia, sobre todo a Lita, que debía de hallarse tocando el cielo con las manos, y no de ira, sino de espanto, de consternación, al pedir a Dios por la vida de todos, y particularmente por la de Neluco?

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