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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Mientras subían el telón seguimos charlando, aunque muy bajito: se había establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Cuando empezó la ópera dejó de charlar y se puso a atender tan decididamente, que a mí me hizo sonreír el verla con la cabecita apoyada en la pared y los ojos estáticos.
El tentador del género humano había presentado repetidas veces esta idea á la mente de Ester, y se reía del gozo apasionado, al mismo tiempo que lleno de desesperación, con que ella al principio la acogía, y después se esforzaba en rechazarla. Apenas acariciaba semejante idea, cuando ya quería destruirla.
Semejante impulso era tan insólito en él que se imaginó propenso a un ataque de locura. Empezaron los acordes de otro vals. Adriana y Castilla entre las parejas apiñadas, buscaban sitio para bailar. Muñoz vio de pronto, claramente, que Castilla acariciaba la mano que Adriana había apoyado un instante en su brazo.
Llegaba a su cuarto y se tendía en la cama, triste, trémulo, como si le amenazase una desgracia, ocultando la cara entre las manos. La pobre Feli acudía, balbuceando de miedo: ¿Qué tienes, Isidrín? ¿Qué te pasa, rico mío? Le acariciaba como una madre; hundía sus manos en la crespa cabellera, mientras Maltrana respondía entre suspiros.
Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuánto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña que acariciaba la panza reluciente de los peroles, los gruesos brazos del ama confundidos con la carne no menos rolliza y sanguínea del asado que aderezaba, las rojas mejillas de las muchachas entretenidas en retozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándole entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento!
Su mirada acariciaba a Julio. Pero observando de pronto que entre éste y Adriana había "algo", puso una graciosa cara de susto y su gesto parecía pedir a Adriana, buenamente, que la disculpara de una torpeza involuntaria. Para hacerse perdonar del todo, quiso que la señorita Ivonne y Charito les dejaran conversar aparte.
Y cuando por las carreteras tropezaban con alguna vacada, mientras su madre y su tía corrían asustadas á refugiarse detrás de cualquier seto, ella marchaba resueltamente hacia aquellos animales, los tomaba por los cuernos, les acariciaba la cabeza y hasta ¡oh colmo de indecencia! llegaba, á palparles la ubre. Más aún.
El coche volaba por la carretera con la arrogancia de un carro triunfal, y en su interior, los dos esposos, agarrados del talle, mirábanse con pasión. El sombrero de Luis estaba a sus pies, y ella le acariciaba la cabeza, despeinándole: el juego favorito de su luna de miel. Y Luis reía, encontrando el suceso graciosísimo. Nos van a tomar por novios impacientes.
Magdalena era la que le hablaba en la brisa, la que le acariciaba en el perfume de las flores, la que sujetaba su vestido a las espinas de aquel rosal, cuyas rosas había ella arrancado tantas veces. Pero todo esto distaba mucho de ser triste y melancólico y más bien toda aquella emanación de la joven era alegre y parecía gritar a Amaury: « No te muerto, Amaury.
Beatriz se quedó por un momento mirando a quien así la acariciaba. Reconociéndola al fin, dijo: «¡Rosita!», y le pagó sus besos con otros. Tal vez el curioso y paciente lector que conozca y recuerde la historia del doctor Faustino haya caído ya en quién era Rosita. Rosita parecía inmortal, según se conservaba. Lejos de perder con la edad, podíase asegurar que había ganado.
Palabra del Dia
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