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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Mientras subían el telón seguimos charlando, aunque muy bajito: se había establecido entre nosotros una gran intimidad, y me abandonó una de sus manos que yo acariciaba embelesado. Sabía música, pero había ido al teatro pocas veces; así que las melodías inspiradas de la ópera de Bellini le causaban profunda impresión, que se traducía por un leve temblor de las pupilas y los labios.

Sin embargo, el señor Molina la trataba con una benevolencia incondicional, la defendía siempre y le acariciaba la cara con cariño de padre. no la entiendes a tu hija, decía a su hermana conciliadoramente, cuando ésta demostraba su inquietud ante las ideas, las actitudes y el espíritu libre de Adriana. y yo nos hemos quedado en la vieja sociedad; ella es una chica de la sociedad nueva.

Y dejaba su mano entre las de Fernando, sin resistirse, con la misma tolerancia con que se entrega un objeto precioso al niño enfurruñado, para consolarle. El ingeniero quería olvidar y acariciaba con arrobamiento aquella mano que recordaba, al través de su figura, la potente garra de Sánchez Morueta. La intervención del aña interrumpió su embriaguez amorosa.

Reynoso a su vez la apretaba tiernamente contra su pecho y le acariciaba la cabeza rozando con los labios sus cabellos dorados. Al cabo de un largo silencio, Elena levantó sus ojos mojados de lágrimas y sonriente y confusa balbució con mimo: ¡Si me hicieses un favor, Germán! ¡Cuanto quieras, alma mía! Es que acaso te moleste... Si me molesta, mejor: así tendrá algún mérito.

El calor femenil de esta carne suave, que le acariciaba con su contacto por debajo de la mesa, le irritaba como un peligro difícil de vencer. Siéntate, ladrón; si te meneas, de un pellizco te arranco el alma.

Llevaba una gorra de terciopelo rojo coquetamente ladeada, rico y bien ceñido traje y en la enguantada diestra un pequeño halcón, cuyas erizadas plumas acariciaba suavemente. Roger notó que la hermosa desconocida tenía todo un lado del vestido manchado de lodo.

Raquel, que solía tener pesadillas penosas, lloraba ahogada por la angustia; pero cuando Adriana se abrazó a ella y consiguió despertarla, por largo rato no pudo substraerse al terror de su sueño. La agitaban ligeros sollozos, y los hermosos ojos empañados por el llanto, miraban sin comprender. Adriana le acariciaba los cabellos, y murmurando palabras de cariño, procuraba apaciguarla.

Se les parecía en la silueta, en el aire de prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones; se les parecía por fuera. Por dentro, Apolonio, aunque daba albergue y acariciaba con la imaginación las pasiones más destructoras, era incapaz de matar un mosquito, como decía de él su hijo.

Doña Manolita suspiraba, acariciaba a doña Luz, la miraba compasiva, la escuchaba muy atenta, y se callaba. Por último, se le ocurrió decir: Pero ¿qué desesperación es la tuya? ¿No ponías en tu billete que deseabas la vida? ¿No me hablabas de una esperanza? : la tengo contestó doña Luz . Por ella, sólo por ella no me he muerto.

Ámeme un poco y compadezca mucho a su hermano, »Amaury» ¡Es muy singular lo que me sucede! decía para Amaury mientras cerraba la carta repitiendo in mente su contenido. De cuantas mujeres conozco, Antoñita sería la única capaz de dar realidad a los ensueños que acariciaba yo en otro tiempo, si esos ensueños no hubiesen dejado de existir con Magdalena.

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