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Actualizado: 1 de mayo de 2025
No: yo no quiero responder a nadie. Acabas de herirme, de emponzoñarme el corazón. Hace veinticinco siglos que gozaba yo con el recuerdo de Sidarta, noble, generoso y enamorado. Su último casto beso, el de la noche en que se despidió de mí, estaba en lo íntimo de mi ser como luz celestial que le iluminaba. Todo mi encanto se destruye ahora. Yo no he vuelto a ver a Sidarta.
Me parecía oír el cántico de los cánticos. Apreté los dientes y guardé silencio. ¿Sabía yo misma de dónde me venían? Pero él se sentó junto a mí y me tomó las manos. Olga continuó, lo que acabas de decir no era precisamente muy práctico, pero era hermoso, era sincero, y me ha conmovido hasta el hondo del alma.
¡Pueblo!... ¿Y qué vas a hacer tú en un pueblo? dijo Mauricia con expresión de desconsuelo, como una madre que se ocupa del porvenir de su hija . Mira tú, y créelo porque yo te lo digo: más difícil es ser honrada en un pueblo chico que en estas ciudades grandes donde hay mucho personal, porque en los pueblos se aburre una; y como no hay más que dos o tres sujetos finos y siempre les estás viendo, ¡qué peine!, acabas por encapricharte con alguno de ellos.
Después, repentino y asombroso alejamiento; unos ojos que no le miraban, unos labios que no le hablaban, unas manos que no le estrechaban... ¡Ah, sí, todo lo vio, todo lo comprendió! Levantose bruscamente del sofá y acercando el rostro al de Marta, le dijo en voz dulce y cariñosa, pero con inocente petulancia: No lo niegues, Martita, tú acabas de darme un beso.
Hijos del anima mia, Con qué os podré sustentar, Si apenas tengo que os dar De la propia carne mia? O hambre terrible y fuerte, Cómo me acabas la vida! O guerra, solo venida Para causarme la muerte! Madre mia, que me fino, Aguijemos á do vamos, Que parece que alargamos La hambre con el camino. Hijo, cerca está la casa Adonde echarémos luego En mitad del vivo fuego El peso que te embaraza.
Levantose Gaspar; pero Hullin se interpuso, y estrechándole fuertemente las manos, mientras que un ligero temblor le agitaba el rostro, exclamó: ¡Está muy bien! ¡Acabas de hablar como un hombre! La señora Lefèvre se aproximó a su hijo reposadamente, para atarle la mochila a los hombros.
El encarnado no es natural, se parece al que produce el otono sobre las hojas marchitas. Ella es ciertamente, io cielo! y yo itiemblo al mirarla, al mirar Astarte! No, no puedo hablarle, pero quiero que ella hable, que me condene o me perdone. Por el poder que te ha hecho salir de la sepultura que te servia de prision, habla al que acabas de oir, o a aquellos que te han invocado.
Y yo te perdono... ¿No acabas de oír lo que he dicho a mi hija?... No ignoro cuánto has sufrido en estos últimos tiempos... y hay además en la vida circunstancias en que la indulgencia se impone... Levántate... Siéntate a mi lado. Desconcertada, estupefacta, se sentó en el banco al lado del marido. Beatriz le dijo , te doy mi perdón... ¿Qué más deseas? Habla. ¡Deseo... que vivas, Dios mío!
MARTÍN FIERRO 1088 me gusta, negro ladino, lo que acabás de esplicar; ya te empiezo a respetar; aundue al principio me rei, y te quiero preguntar lo que entendés por la ley. EL MORENO 1089 hay muchas dotorerías que yo no puedo alcanzar; dende que aprendí a inorar de ningún saber me asombro, mas no ha de llevarme al hombro quien me convide a cantar.
Pero a todo esto exclamó el Rey con impaciencia y encarándose con el anciano tú no acabas de decirme quién eres. Perdona mi tardanza, señor. Y añadió luego, echándose a los pies del Rey: Yo soy el hijo de un leal criado de tu heroico antecesor Alfonso V el Africano. Yo soy Judas Abravanel, más conocido hoy en el mundo con el nombre de León Hebreo.
Palabra del Dia
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