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Actualizado: 1 de mayo de 2025
No sé si podrá recibirla a usted, hija mía, nos vamos ahora mismo. Antes de que yo respondiera que venía a ruego de Luciana, apareció ésta. Entre usted me dijo vivamente; me alegro mucho de verla. Y dirigiéndose a su madre para prevenir toda objeción, añadió: Estoy absolutamente lista y ya he tomado el té. Mientras lo tomas tú y acabas de vestirte, puedo hablar un momento con Elena.
¡Tendría que ver eso! dijo la señora volviéndose airada. Si Gonzalo es mucho, Cecilia es más... A mi hija no la desprecia ni Gonzalo ni el Príncipe de Asturias, ¿sabes?... Me enteraré de lo que acabas de decir, y si resulta cierto, ya tomaré yo mis medidas.
ELSA. ¡Trompetas queridas! ¡Qué alegres suenan! ¡Cantad más alto, más alegremente, queridas trompetas! Acompañad a mi prometido, a mi espectro de los labios ardientes. Se ha retrasado un poco; pero hay que perdonárselo: se ha retrasado besándome. ¡Ah, Elsa, liviana doncella! No tienes pudor. ¿A quién acabas de besar en la obscuridad?
Llora, Córdoba, llora si es que lágrimas pueden brotar aun de estos tus ojos: ya no existe el que ha sido tu última esperanza; ya no podrá volver á desnudar por tí la espada. Llora, desdichada ciudad, llora porque no es ya solo el califa quien ha muerto, ha muerto tambien el califato. Acabas de perder tu corona de reina en esa fatal jornada: levanta como en otro tiempo la voz... nadie te escucha.
Amigos somos desde que ni tú ni yo levantábamos una vara del suelo y nos metíamos en los zarzales buscando nidos y cortábamos cañas de saúco para hacer tira-tacos mientras nuestros padres aserraban algún haya para hacer madreñas. Que tú lo eres nuestro tampoco hay que dudarlo. Sólo á los amigos se les recibe y se les convida del modo que acabas de hacerlo.
Gonzalo le dijo al fin, con voz firme y semblante sereno, acercándose al lecho, el disgusto que acabas de tener te ha exaltado un poco, y no ves las cosas como en realidad son... Es posible que Ventura se haya descuidado un poco en el cumplimiento de sus deberes; pero estate seguro de que no ha sido por falta de voluntad. La conozco bien.
El otro día me puso una carta en la mano; pero yo la dejé caer. ¿Pues? Es un tío lila, ¿sabes? ¿Pero no acabas de decirme que le quieres? ¡Qué sé yo si le quiero! dijo alzando los hombros con displicencia. Pues eres la más interesada en el asunto. Desde un día en que le vi de paisano con unos pantalones muy cortos, se me ha quitado bastante la ilusión.
Si yo soy un mozo tan terrible como acabas de decir, haces mal en provocarme, pues debes estar segura de antemano de que te obligaré ó te aniquilaré... Ambos se miraron esta vez descaradamente como dos adversarios que miden sus fuerzas. Pero Lea bajó los ojos la primera y, bien por cálculo, bien por verdadera sumisión, respondió: No me amenace usted.
No digas esas cosas delante de extranjeros, Rafael dijo la condesa , porque o están bastante preocupados contra nosotros para creerlas, o sin creerlas tienen bastante mala fe para repetirlas. Lo que acabas de contar es una cosa que todo el mundo sabe; un chiste inventado para burlarse de las exageradas pretensiones de antigüedad que nuestra familia tiene.
¡Y quién mejor que tú! ¡tú que acabas de darme una prueba inapreciable de tu amor y de tu lealtad hacia mí! ¡Partiré! Al momento. Esperemos... ¿Que esperemos, y dices que es de todo punto necesario?... Esperemos á mañana. Preconíceme Roma y nada temo.
Palabra del Dia
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