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Actualizado: 11 de julio de 2025
Abría los ojos despavoridos encima de aquella memoria incitante, y no sabía qué cosa le atraía más a la visión tentadora, si era el gozo de amarla o el quebranto de perderla.
Ricardo quedó un instante parado y altamente sorprendido; pero una fresca carcajada que sonó dentro le sacó de su estupor. ¿Qué es eso; no te atreves a entrar, cobarde? ¿Pero chica, no ves que puedes hacerte daño? ¡Entre usted, bravo guerrero! Bien..., ya que te empeñas... Cuando se había unido a Marta observó que la cueva se abría bastante y estaba tapizada de arena.
Era un gemido que ensanchaba su intensidad; un triángulo sonoro, con el vértice en el horizonte, que se abría al avanzar, llenando todo el espacio. Luego ya no fué un gemido, fué un bronco estrépito; formado por diversos choques y roces, semejantes al descenso de un tranvía eléctrico por una calle en cuesta, á la carrera de un tren que pasa ante una estación sin detenerse.
El aperador, viendo triste al gitano, ofrecíale su protección. Su fortuna estaba hecha. Allí estaba don Fernando, que con sus influencias de personaje, le tenía reservado un empleo. Alcaparrón abría los ojos, recelando la burla.
Luchaban al destaparse las mujeres con las mangas de la camisola o de la gruesa elástica, y en este forcejeo se les abría el pecho, mostrando escapularios y medallas sobre las flacideces de la maternidad.
Pensativo cabalgaba el corregidor junto á su ilustre huésped y no notó que un caballero de obesidad portentosa y rubicundo semblante se abría paso entre las filas de curiosos y se dirigía precipitadamente á su encuentro. ¡Cómo se entiende, señor corregidor! gritó el recienllegado con esfuerzo tal que se le amorató el rostro. ¿Dónde están las ostras y almejas prometidas para la comida de hoy?
Sí respondió Francisca, vacilando un poco. Se trata del capitán Tronchet, que, según parece, ha pasado dos veces por delante de mis ventanas, en el momento en que yo las abría. ¿Y qué? Que no es verdad lo que se dice... ¡Oh! esas solteronas... ¿No has abierto las ventanas, y no ha pasado el capitán?
Manolillo, mata un morito. Y el chiquillo abría tantos ojos, arrugaba las cejas, cerraba los puños y se ponía como una grana a fuerza de fincharse en actitud belicosa. Después Anís le tomaba las manos y las volvía y revolvía cantando: ¡Qué lindas manitas que tengo yo! ¡Qué chicas! ¡Qué blancas! ¡Qué monas que son!
Si Doña Paca viera que se abría la tierra y salían de ella escuadrones de diablos, y que por arriba el cielo se descuajaraba, echando de sí legiones de ángeles, y unos y otros se juntaban formando una inmensa falange gloriosa y bufonesca, no se quedara más atónita y confusa. ¡Testamento, herencia! ¿Lo que decía el clérigo era verdad, o una ridícula, despiadada burla? ¿Y el tal sujeto era persona real, o imagen fingida en la mente enferma de la dama infeliz?
Con estas ideas se ha quedado dormida. Cuando a la mañana siguiente han llamado para llevarle el pan, viendo que no abría, han tenido que forzar la puerta. La vieja estaba muerta en su cama. Tal vez había tenido alguna espantosa pesadilla. Este viejo está llorando.
Palabra del Dia
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