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Actualizado: 8 de julio de 2025
Es más alto de lo que yo creía comentó un tercero. Sus retratos no le hacen mucho favor dijo una bonita muchacha, cuidando de que yo la oyese. Pura lisonja, sin duda.
Vamos dijo a su doncella ; Marina, ajusta bien los pliegues del vestido. Van a empezar y añadió en voz alta para que lo oyese Pepe Vera, que se iba alejando ; con el público no se juega. Señora le dijo uno de los empleados , ¿puedo mandar que alcen el telón? Estoy lista respondió. Pero no bien hubo pronunciado estas palabras, cuando lanzó un grito agudo.
Entonces hubiera sucumbido ciertamente si Tanasio de Entralgo no oyese sus gritos. Se batía éste en retirada al lado del Cojo de Mardana, pero en buen orden y causando grandes estragos en las filas enemigas, cuando llegó á sus oídos las voces de auxilio de su enemigo. «Simón le dijo al Cojo, oigo la voz de Quino. Me parece que está en mucho aprieto allá arriba.
Pasáronsenos tres meses en esto, y, al cabo, trató don Alonso de enviar a su hijo a Alcalá a estudiar lo que le faltaba de la Gramática. Díjome a mí si quería ir, y yo, que no deseaba otra cosa sino salir de tierra donde se oyese el nombre de aquel malvado perseguidor de estómagos, ofrecí de servir a su hijo como vería.
Si alguna vez pensaba en los infelices, era para levantar en sus afueras monasterios, donde las imágenes de palo estaban mejor cuidadas que los hijos de Dios, de carne y hueso; conventos de monstruosa grandeza, cuyas campanas tocaban y tocaban en el vacío, sin que nadie las oyese. Los pobres, los desesperados, no entendían su lenguaje: adivinaban lo falso de su sonido.
No se burle dijo éste, algo amoscado . La cosa no es para tanto. ¿Vamos o no vamos a una tierra de riquezas y prodigios?... Si usted oyese a ese muchacho catalán, la sencillez con que explica las cosas se convencería de que lo del Banco es asunto serio. ¿Y qué tiene de extraordinario que yo llegue a ser un gran banquero en un país donde todos, al llegar, cambian de profesión y cada uno se descubre con facultades y aptitudes que no sospechaba en Europa?... Aquí en el buque no se oye hablar más que de millones y de negocios estupendos.
Afortunadamente acababan de dar un codillo al general, lo que hizo que no oyese este precioso diálogo. En este momento entró Rafael con el príncipe: le presentó a la condesa, la cual le recibió con su acostumbrada amabilidad, pero sin levantarse, según el uso español. El príncipe era alto, delgado; representaba cuarenta y cinco años, y, aunque príncipe, no de muy distinguida persona ni maneras.
Abrióle, y lo primero que halló en él escrito, como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que, leyéndole alto porque Sancho también lo oyese, vio que decía desta manera: O le falta al Amor conocimiento, o le sobra crueldad, o no es mi pena igual a la ocasión que me condena al género más duro de tormento. Pero si Amor es dios, es argumento que nada ignora, y es razón muy buena
¡No necesito más! ¡La Trini! exclamó Tristán riendo también; luego añadió bajando la voz : Efectivamente... rubia con ojos negros... no es extraña la equivocación. ¡No digas sandeces, Tristán! Si tu cuñada te oyese te arrancaría los ojos. ¡Confundir una madonna de Rafael, una estatua de Praxíteles con esa moza de cántaro! Y a propósito, ¿te pega mucho Clara? ¡Todavía no! exclamó el poeta riendo.
Las mujeres del pueblo se santiguaban al verla pasar y pronunciaban comentarios en alta voz para que los oyese la interesada. ¡Mujer, mira por tu vida a la Serena qué gabarra lleva sobre la cabeza! Porque hay que advertir que a la madre de doña Paula la llamaban la Serena, y a la abuela y a la bisabuela también.
Palabra del Dia
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