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En la obscuridad, sin más luz que el tenue fulgor sideral que entraba por la ventana, volvió a llamar a Ojeda «viejito» y «negro», dos palabras amorosas del nuevo hemisferio a las que él no había podido habituarse todavía, y que en medio de los transportes pasionales le hacían sonreír. Cuando brilló de nuevo la electricidad estaban los dos sentados en un diván.

Y le hablaba como dicen que les hablan a las reinas! Bebé se acuerda de lo que dice el criado viejito, que la gente le habla así a mamá, porque mamá es muy rica, y que a mamá no le gusta eso, porque mamá es buena. Y Bebé vuelve a pensar en lo sucedió en la visita.

Piola continuo: Tal vez tengas vos tus razones para eso. Nosotros te ayudamos como hermanos, pero si te han dado plata por llevarte á esa señorita, debías partírtela con nosotros. El gaucho tomó una actitud altiva. Nada de plata. Te expliqué que esto es venganza; la peor para ese viejito que me insultó... Ya sabés también nuestro trato.

El viejito va á ver lo que le cuesta amenazarme dijo el gaucho con una sonrisa rencorosa. Uno de los cordilleranos, apodado Piola, que por su edad y sus ademanes autoritarios parecía ejercer cierta influencia sobre sus dos acompañantes, movió la cabeza como si dudase de tales palabras.

Cállese dijo , no sea que le oiga mi viejito. Mientras los dos hombres encendían sus cigarros, volviendo á hablar de Manos Duras y la necesidad de perseguirlo, Celinda abandonó la estancia, montando un caballo con silla femenil. Media hora después galopaba por las inmediaciones del río, pero en otro caballo y vestida de hombre.

312 Tenía el viejito una cara de ternero mal lamido, y al verle tan atrevido le dije: ¡que le aproveche! Que había sido pa el amor como gaucho pa la leche. 313 Peló la espalda y se vino como a quererme ensartar, pero yo sin tutubiar le volví al punto a decir: ¡cuidado!, No te vas a per-tigo; poné cuarta pa salir.

Y bastó tal promesa para que, olvidando a los que dejaba a su espalda, volviese al amoroso tuteo. ¿De veras, mi viejo?... ¿Vas a regalarme un monito pequeño... así... así? y achicando la distancia entre ambas manos, se imaginaba un simio de inverosímil pequeñez . ¿No te parece mejor un loro de los que hablan?... ¿Dices que me regalarás las dos cosas?... ¡Ah, mi viejito rico... mi negro!

Detrás está la tienda del kabila, que lleva a los viajes: el pollino se revuelca en el polvo: el hermano echa en un rincón la silla de cuero bordado de oro puro: el viejito a la puerta está montando en el camello a su nieto, que le hala la barba. Y afuera, al aire libre, es como una locura. Parecen joyas que andan, aquellas gentes de traje de colores.

Le invitó á salir con un gesto, y más allá de la puerta continuó, bajando la voz: Ahí tenes al viejito de la estancia con un gringo de los que trabajan en las obras del río. ¿Qué hacemos?...

Su papá vino corriendo, y la sacó de debajo del libro, y se rió mucho de Nené, que no tenía seis años todavía y quería cargar un libro de cien años. ¡Cien años tenía el libro, y no le habían salido barbas!: Nené había visto un viejito de cien años, pero el viejito tenía una barba muy larga, que le daba por la cintura.