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Roger le miró hasta perderle de vista, y aun después de ponerse él mismo en camino se reía de todo corazón cada vez que recordaba la facha y los visajes del batanero de Léminton. El camino que seguía Roger era poco frecuentado, mas no tanto que el viandante dejase de encontrar de vez en cuando ya unos arrieros, ya un pobre pedigüeño, y otros viajeros tan cansados como él.

El extranjero es el bu del general Santa María. Señor duque, si no me hubierais nombrado ayudante vuestro, cuando erais ministro de Guerra, no habría contraído tantas relaciones con los diplomáticos extranjeros de Madrid y no me estarían quemando la sangre con cartas de recomendación. ¿Creéis, tío, que me divierte mucho el servir de cicerone, como lo estoy haciendo desde que vine a Sevilla, con todo viandante?

El nicho ó la cruz revela el sentimiento profundamente religioso de aquellas gentes; la fuente indica la prevision caritativa, en beneficio del viandante y sus caballerías. Hasta hace poco tiempo las gentes de los campos alimentaban ciertas preocupaciones groseras que les eran muy nocivas.

Nuestros dominios se extendían por toda la nación, de punta a punta, y no había provincia donde no poseyésemos algo. Todo contribuía a la gloria del Señor y a la decencia y bienestar de sus ministros; todo pagaba a la catedral: el pan al cocerse en el horno, el pez al caer en la red, el trigo al pasar por la muela, la moneda al saltar del troquel, el viandante al seguir su camino.

Para evitar estos inconvenientes aconsejan que estas peregrinaciones se hagan hasta los quince años, con un buen Maestro que dirija al joven viandante, como lo hacia MENTOR con TELEMACO. A la verdad esta especie de viage en edad tan tierna podrá servir para instruirse en las lenguas, en lo demas nada. I. capítulo 25.

Habia hecho construir Al-hakem II á la parte occidental del templo un departamento para la distribucion de las limosnas, en el cual cualquier pobre viandante estraviado, que se encontrase en la ciudad sin amparo y sin medios de subsistir en ella, hallaba caritativa hospitalidad y recibia cuanto podia necesitar para continuar su viaje.

Todo viandante se consideró obligado á rezar una oración por la difunta y á dejar una limosna encima de su sepulcro. Uno de los solitarios del Despoblado se instituyó á mismo administrador póstumo de la difunta, y cada seis meses ó cada año hacía el viaje hasta la tumba para incautarse de las limosnas, dedicándolas al pago de misas. Este asunto era llevado con una probidad supersticiosa.

Cuando pasaba silenciosa, fingían no verla, lo mismo que el obscuro viandante parecía no enterarse de la existencia de la alquería y de las personas sentadas bajo el porche. Era costumbre antiquísima en Ibiza no saludarse en campo raso apenas cerraba la noche. En los caminos se cruzaban las sombras sin una palabra, evitando el encuentro para no rozarse ni conocerse.

Al salir de su casa quedó perplejo viendo que el jinete había desaparecido. Corrió Cachafaz la tierra inmediata, así como los corrales, dando gritos, sin poder descubrir al «chasque». Finalmente, Rojas se encogió de hombros, y contento por la noticia, quiso explicarse esta desaparición. Don Roque, para darle el aviso con más prontitud, se lo había enviado con algún viandante que tenía que hacer un largo rodeo en su marcha y deseaba no perder tiempo.

Don Simón, nuevo en el oficio, hallaba en cada trámite casos y cosas que le aburrían, quizás más que las dificultades materiales del camino. Tenía encargo especial de su estado mayor de saludar cortésmente a todo viandante que se cruzara con ellos, y así lo hacía el santo varón, por aquello de que «donde menos se piensa se adquiere un voto».