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Algunos se habían librado de este encierro torturante y marchaban descalzos, con los pesados borceguíes pendientes de un hombro, dejando en el suelo manchas de sangre. Pero todos, abrumados por una fatiga mortal, conservaban sus armas y sus equipos, pensando en el enemigo que estaba cerca. La liberalidad de Desnoyers produjo estupefacción en muchos de ellos.

El joven proseguía absorto en su contemplación. ¿Por qué tenía aire de sufrimiento ante aquel retrato? ¿Qué pena infinita y secreta podía contraer así los rasgos de su fisonomía? La cara de aquel hombre expresaba una idea tan torturante que María Teresa, sin alcanzar la causa, se sintió profundamente conmovida.

De modo imprevisto, las escenas lejanas de su amancebamiento con Aixa se reanimaron en su memoria con torturante viveza, y llegó a pensar que los demás pecados de su vida no sumaban todos un pecado como aquél, y que su alma estaba perdida para la eternidad si no lograba purgar tamaña traición contra el reino, contra la memoria de sus mayores y contra la Santa Iglesia de Cristo.

Le repugnaba ir á reunirse con aquella mujer y al mismo tiempo se sentía arrastrado por su curiosidad. Presintió que si se alejaba sin hablarla quedaría para siempre en una incertidumbre torturante, lamentando el resto de su existencia no haberse enterado de si Elena vivía aún ó estaba muerta.

Había bastado que Miguel sorprendiese su llanto reciente, para que nuevas lágrimas afluyeran á sus ojos, reanudando la pasada angustia. Se entregó á su dolor con una delectación cruel, juzgándolo preferible al torturante fingimiento que le había impuesto esta visita inesperada. Quedó silencioso el príncipe unos instantes.

Pero en la hora que todavía pasó allí, le fue imposible desechar el mal recuerdo del escondrijo y la torturante posición que había sufrido en él... No volvería al camarote de Nélida. Sentíase sin fuerzas para arrostrar una nueva sorpresa, desafiando el ridículo, considerado por él como el más temible de los peligros. Ella asintió.

Cual la celda de un mísero ermitaño queda abierta a los vientos del desierto, así mi corazón quedóse abierto al soplo huracanado del engaño. Del fondo de mi vida agonizante se alzaba aquel recuerdo torturante, en su quietismo silencioso y vago, cual se alza en las mañanas invernales la bruma de las nieblas invernales sobre las aguas límpidas de un lago.