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Qué, ¿no se baila? preguntó la chica al terminar, haciendo girar el asiento para ponerse frente a nosotros . Pues yo voy a dar el ejemplo... Isabel, ven aquí; tócanos una mazurca. Y, sin más preámbulos, se cogió a Lisardo, y comenzaron a bailar, dando fuertes taconazos sobre los azulejos, sin reparar en la mirada furiosa, pulverizante, que su maestro de música le dirigía.

Y lo peor es que entró haciendo un ruido con esos taconazos ... y dando unas voces.... Porque como está Paulita tan mala, es el caso que se alteró con el ruido y quiso salirse de la cama. ¡Ay qué hombre! Crea usted que ya nos tiene consumidas su sobrinito, señor don Elías, y es preciso que tome usted una determinación, porque esta casa ... ya ve usted ... esta casa....

Algunos, como Isidorito, no llevaban compás de ninguna clase, y pisaban con frecuencia a sus parejas, que concluían por declararse fatigadas y pedir tregua. Otros lo marcaban con fuertes taconazos, estropeando la alfombra. A éstos les miraba Marta con cierta mala voluntad de ama de casa.

Entonces entró D. Luis en el salón donde jugaban, dando taconazos recios, con estruendo y con aire de taco, como suele decirse. Los jugadores se quedaron pasmados al verle. ¡ por aquí a estas horas! dijo Currito. ¿De dónde sale Vd., curita? dijo el médico. ¿Viene Vd. a echarme otro sermón? exclamó el conde.

Con que calle usted, y procure no hacer ruido con esos taconazos.... Vamos, ya puede usted retirarse.... Señoras, buenas noches. Aun no había dado un paso, cuando Clara apareció muy alterada, diciendo: Señoras, vengan ustedes, que se quiere salir de la cama ... No la puedo sujetar. En cuanto sintió esta conversación, se levantó muy á prisa, diciendo que venía acá. ¡Ah!

Quién, como don Benito, daba fuertes taconazos en el suelo mientras las bolas corrían; quién, como don Lorenzo, se inclinaba a un lado y a otro, se torcía y se retorcía como si de sus movimientos dependiese que la bola se inclinase a un sitio u otro; quién, por fin, como don Pancho, que era pequeño y gordo, casi cuadrado, se subía de un brinco al diván después de haber empujado la bola, para mejor ver los estragos que había hecho en los palos.

Cumplido este requisito, y dichas las indispensables agudezas, y hechos los acostumbrados restregones de manos, sirvió una Maritornes, en abismo de sopera, media arroba de fideos; vertióse negro y abundante mosto en los vasos al efecto; circuló el cucharón de estaño de plato en plato; y entre sorbos, resoplidos, eructos y taconazos, dióse comienzo a la discusión del punto que allí reunía a tan insignes personajes.

¡Arriba, perezoso, que ya es hora! gritar entre garrotazos sacudidos sobre los muebles, y taconazos y patadas en el suelo. ¡Pero, señor, si está amaneciendo! contesté balbuciente y restregándome los ojos. Eso es: será mejor levantarse al mediodía como hacéis en la ciudad.... ¡Fuera pereza! añadió con una risotada, tirando de un manotazo la ropa que me cubría, á los pies de la cama.

Feliz con sentir el traje de Amparo rozando con sus piernas, echándole de vez en cuando miradas intensas de apasionado deseo, acudiendo a servirla con solicitud de esclavo medroso, se apretaba a veces más de la cuenta contra su ídolo, acometido de rabiosa pasión. Cuando esto sucedía, el ídolo le arrimaba por debajo de la mesa crueles taconazos y pellizcos que le volvían a la razón.