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Si no he de adquirir la facultad de que me privaste al nacer, ¿para qué me has dado esperanzas? Infeliz de si no nazco de nuevo en manos del doctor Golfín. Porque esta será nacer otra vez. ¡Y qué nacimiento! ¡Qué nueva vida! Chiquilla mía, juro por la idea de Dios que tengo dentro de , clara, patente, inmutable, que y yo no nos separaremos jamás por mi voluntad.

Yo no puedo vivir lejos de ti; y si desde mucho antes no caí en el lazo, lo debo a tu buena amistad. ¿Nos separaremos ahora? Entonces voy a ser muy desgraciada, querida mía. Vuelve a casa, por Dios, y yo te juro que lucharé con todas las fuerzas de mi alma para olvidar a lord Gray, como deseas.

«Nos separaremos como amigos dijo Santa Cruz tomándole una mano, que ella separó prontamente , y me retiro dándote un buen consejo». ¿Cuál? preguntó ella más airada que dolorida. Que te unas... que procures unirte otra vez con tu marido. ¡Yo...! exclamó la señora de Rubín con indecible terror . ¡Después de...! Ya te serenarás, hija. ¡El tiempo! ¿Sabes los milagros que ese señor hace?

Allí nos separaremos, porque mi padre se enoja cuando entro tarde en casa, y ella le acompañará a usted hasta las oficinas. Muchas gracias, amigo mío. El túnel les había conducido a un segundo espacio más singular que el anterior.

No; espero que no nos separaremos tan a deshora, y cuando parece probable que, siguiéndome, asistan ustedes a algún espectáculo que les haga más llevadero el fastidio de mis personales narraciones. Vamos, pues, y tengan en cuenta que nos acompaña el Sr. de Santorcaz, a quien llevan al país andaluz asuntos de familia.

Y no nos separaremos en la plenitud de la hermosura y de la fuerza, jóvenes y robustos aún, sino tal vez marchitos por la vejez y sobrecargados de disgustos y enfermedades. Esto hará que el afecto que hoy nos tenemos se trueque en desvío y en horror, o origen a una piedad dolorosa.

, exclamó don Juan engañado por las palabras de Dorotea ; no nos separaremos jamás. dijo Dorotea rodeando un brazo tembloroso al cuello de don Juan ; vamos á separarnos muy pronto, porque no me he desposado contigo; me he desposado con la muerte. Ahora déjame orar; no acabes de perderme. ¡Con la muerte! gritó don Juan. , el dulce que acabo de comer estaba envenenado.

Creo que ni en el Cielo hay un ángel que pueda serle comparado. ¡Oh, tutor, padre mio! La quiero con toda mi alma. Escribo con esta incoherencia porque expreso las ideas tal y como se me agolpan a la mente. De sobra comprenderá usted que este amor me enloquece. «Confíemela, querido tutor. No nos separaremos de su lado para que pueda usted ser nuestro guía.

No he amado á nadie más que á ti; virgen del alma, me has tenido y no me has dejado alma para otra mujer. Pues bien; no nos separaremos. Es urgente, necesario, que yo salga de aquí esta noche. No lo que ha sido del hijo bastardo del duque de Osuna. Yo lo sabré. Lo que yo puedo hacer por él no puede hacerlo nadie. ¿Es decir, que tienes empeño en salir de aquí?

Yo creo que esta semana debe verificarse el desenlace de mi plan, y lo tendrá, aunque usted no quiera ayudarme. Ayudarle á usted, eso . Hemos hecho un pacto: usted es el que ha de mandar. Aunque disintamos en un punto, no por eso nos separaremos. Yo obedezco, y la responsabilidad del éxito cae sobre . Pero en la desgracia, usted no me ha de abandonar: así lo hemos pactado.