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Este comedor tiene las paredes cubiertas con papeles que representan un bosque, una catarata cruzada por un puentecillo rústico, una playa de doradas arenas, en las que aparece encallada una barquichuela. En un ángulo hay una rinconera con un loro disecado; en el otro ángulo hay otra rinconera con un despertador que siempre marcha con su tic-tac monótono.

Cuando llegamos a casa, me miró fijamente, como si yo fuese una persona mayor. «Oye, Luis me dijo , y acuérdate bien de esto. En el mundo no hay más que un "Señor": Nuestro Señor Jesucristo, y dos "señoritos": Galileo y Beethoven...» El músico miró amorosamente el busto de yeso que desde una rinconera contemplaba el cuartucho con entrecejo de león y ojos huraños de sordo.

La niña se levantó a su vez de la silla, fuese a la rinconera donde estaba el santo, y tomó de ella un librito que tenía por registro la hoja seca de una flor. Desplegó aquella página señalada, y, con voz lenta y dulce, leyó a la asombrada mujer: «Dadme, Señor, a comer el pan de mis lágrimas y a beber con abundancia el agua de mis lloros....»

La niña de Luzmela alzó los ojos de la carta y paseó por el cuarto una sonrisa estúpida, que fué a posarse como una mariposa atontada sobre el Niño Jesús lastimado, erguido en su rinconera. Se quedó Carmen mirándole como si nunca le hubiera visto...; ¡qué feo estaba y qué ajada la ropa!

¡Ya lo creo que se los compraría si quisieran tomarlos!... ¡Si dan ganas de coger un par de ellos y ponerlos en una rinconera, como si fuesen juguetes!...

La anciana sirviente repuso atontecida: Niña, Dios no tiene la cara fea ni la ropa sucia.... ¿qué disparates cuentas? Y, levantándose, fuese a mirar la imagen sostenida en la rinconera. ¡Ave María! murmuró : vaya un santo...; ¡si parece un «enemigo»!... ¿Y qué sombra le puso así? La de Julio.... ¡Válgame Cristo! vives entre herejes.... ¿Y cuándo dices que fué eso, hijuca? Una noche....

Entonces, aprovechando los favorables vientos de paz que reinaban en la casa, se atrevió a bajar del sobrado la abandonada imagen del Niño Jesús. La puso encima de una rinconera adherida al muro espeso del dormitorio, y se complació en su compañía y en su devoción con místicos arrobos.

Ahora soy yo la que río, la que bailo y dice tonterías; el mío es un caso de legítima defensa. »¡Vamos, es una linda historia la de esa muerte! Nunca se ha visto objeto de china igual, y yo la conservaré en una rinconera. Todos mis amigos han venido a darme el pésame, poniendo cara de circunstancias; pero les he contado el suceso y les he hecho perder la gravedad en seguida.