United States or San Marino ? Vote for the TOP Country of the Week !


En los altos cielos, espacios eternamente misteriosos y negados por siempre al pensamiento humano, allí donde solo llegan los desvaríos de la imaginación y los arrobos de la fe, resonaban dos voces de acento sobrenatural y prodigioso. La una era majestuosa, imponente y dulce sobre toda ponderación; la otra era voz humana, dignificada y ennoblecida por la santidad. ¡Pedro! dijo la primera.

Entonces, aprovechando los favorables vientos de paz que reinaban en la casa, se atrevió a bajar del sobrado la abandonada imagen del Niño Jesús. La puso encima de una rinconera adherida al muro espeso del dormitorio, y se complació en su compañía y en su devoción con místicos arrobos.

Luminosa beatitud comenzaba a bañarla el semblante. Su palidez sobrepujó las alburas del mundo, el azahar, los lirios, la nieve. Ramiro recordó la descripción de los arrobos de la madre Teresa de Jesús y de otras siervas admirables del Señor, y acordose también de su propia madre, cuando, después de larga plegaria en el oratorio, se desplomaba de súbito, como herida de dulcísima muerte.

Es más: la poesía erótica es tan bella, entendida y realizada así, que, lejos de condenarla, la religión, por severa y espiritual que sea, ha solido valerse de sus frases vehementes y de sus acentos apasionados, para expresar los éxtasis y arrobos místicos, y los más sublimes misterios, aspiraciones y raptos del alma hacia lo infinito y lo eterno.

Fingíase, por último, a doña Beatriz casada con un hombre joven, hermoso y brillante, con un hombre a quien ella pudiese amar y amase con toda la energía del alma juvenil; y entonces imaginaba don Braulio coloquios, éxtasis, arrobos, ternuras inefables, deleites infinitos, glorias divinas de amor, ocultas aún en el fondo del alma de doña Beatriz; todo un cielo de bienaventuranza allí sumido, y que él no había jamás hecho surgir y aparecer con sus débiles conjuros.

Dejó caer el libro que tenía entre las manos y las llevó á la cara murmurando: «¡Desgraciado FélixNo pensó en mismo. Antes que el fragor de la industria viniese á turbar sus arrobos clásicos en las alturas de Arbín transcurriría bastante tiempo, y él no contaba vivir mucho.

Para Marcelo el alma era inmortal como su Creador, señora de misma; los hechos fruto de las ideas, y la verdad el resplandor de la revelación: para Luciano causas y efectos, hechos e ideas se confundían en el seno de la Naturaleza, deidad esquiva y desdeñosa, que no con oraciones, sino sólo con trabajo y estudio, se deja arrebatar los bienes: a Marcelo le bastaba el pensamiento para abismarse en la contemplación de lo divino hasta sentir en los arrobos del éxtasis la clara visión de Dios: Luciano creía que el destino del hombre es luchar con la materia, vencerla, y luego perderse confundido y sumado con ella para siempre.

Hícele mis acostumbradas caricias, por asegurarle de mi mansedumbre; écheme a sus pies, y él, con esta seguridad, prosiguió en sus pensamientos y tornó a rascarse la cabeza y a sus arrobos, y a volver a escribir lo que había pensado.

Entonces, si bien con pena de interrumpir aquellos arrobos y éxtasis contemplativos, tocó en el hombro á D. Carlos y le dijo casi á la oreja: Perdóneme V. que le distraiga de sus devociones y que turbe la visión beatífica de que sin duda goza; pero me urge hablar con V. Hágame el favor de venir conmigo, que tengo que hablarle de cosas que le importan muchísimo.

Un fatalismo implacable la sacudió obligándola a incorporarse, trémula, bajo aquel susto misterioso, huyendo del vuelo torpe y del canto augural. Vió entonces a Salvador, vigilante y desvelado, contemplándola con insaciables arrobos, con infinita y atenta solicitud.