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Con estas cifras, ¿no es lógica la falta de temor, y sin él, la indiferencia? Lo es, máxime si se agrega que el soldado cumplido al volver á su pueblo, cuenta la vida holgada del cuartel, y con sus relaciones, aleja el temor de los quintos, que saben, que el soldado viste bien, come mejor, tiene dinero, y vive con holgura y poco trabajo.

Después fuimos a Florencia, y a Roma, y a Berlín... y a los quintos infiernos... y hasta que nos cansamos de viajar juntos, y nos separamos. Buena ocasión aquella para tornar a los patrios lares, con un poco de ánimo para ello; pero ocurrió entonces lo de la austriaca... ¿Cuál de la austriaca?

Los quintos salían de un cuartel próximo, derechos, muy abotonados de uniforme, las orejas coloradas con tanto frotárselas en las abluciones matinales, el cogote afeitado al rape, las manos en los bolsillos del pantalón, silbando alguna tonada.

¿Creando enfermos? , hombre, en el reconocimiento de los quintos... ¡atencion!

La marcha se dirigiò al S 59° 30' O. A las dos millas y dos quintos llegamos á la Laguna Barbosa, que se prolonga de N 15 E á su opuesto: tiene barranca chica y muchos manantiales en la orilla del S, con abundancia de verdolagas, lengua de vaca, y aseguran que nunca se seca. El pasto de sus inmediaciones es trebol, gramilla, y alfilerillo, con muchas malvas. Est

Un agente de los llamados corredores de quintos tomó a su cargo el asunto, y como el interesado se hallaba dentro de todas las condiciones exigidas por la legislación de aquel tiempo, no hubo entorpecimientos; que a veces la suerte facilita los intentos tristes tanto como suele estorbar los halagüeños.

Y por Dios que no gastó pocas horas en encontrarla, porque ya no vivía en Santa Casilda, sino en los quintos infiernos, o sea en la carretera de Toledo, a mano izquierda del Puente. Allí la encontró después de enfadosas pesquisas, dando vueltas y rodeos por aquellos extraviados caseríos.

Leían los nombres de todos los votantes sin omitir uno. De repente aparecen por la puerta del rincón de Fernando el Católico varios quintos mandados por un oficial, y se plantan junto a la escalera de la mesa. Parecían comparsas de teatro. Por la otra puerta entró un coronel viejo de la Guardia Civil.

Con estas precauciones ¡ay!, no habrá quien levante el gallo». ¿A Canarias? ¡A los quintos infiernos! exclamó la Pipaón con júbilo . Eso me gusta; que los pongan lejos, y se acabaron los sustos. Que conspiren ahora. ¿Y también al infante me le dan aire...? Voy a decírselo a Bringas, que esto para él es oro molido. «Bien, bien, bien. Eso es gobernar.

Cierto que hay diferencia de edades decía la señora riendo , pero es un gran partido. Ándate con repulgos y verás cómo le cae a tu hermana un subteniente, un oficial de la clase de quintos u otra lotería semejante. Este hombre es un buenazo muy rico, y eso que padece no es sino aburrimiento, mal de soltería, lo que los ingleses llaman esplín. Cásale, y se le quitan diez años de encima.