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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Al mediodia observé el sol á la lengua en 40° 32', y la pleamar á la una y tres cuartos de la tarde, y siendo en el Rio Negro en este dia, á las once, tres quintos, se sigue que hay dos cuartos nueve minutos de diferencia de un puerto á otro.
Lo decía con tal expresión de ingenuidad, que Jacinta sintió grande alegría. «Sí, hija, no aguanto más. Que se vaya con su constancia a los quintos infiernos». ¿Y si da en perseguirte? Seré capaz hasta de recurrir a la policía. ¿De modo que no vuelves más a esa casa?... Di que no vuelves, dime que no la quieres. ¡Bah! Demasiado lo sabes. No volveré más que a despedirme. No; escríbele una carta.
Con cierta tranquilidad, y más risueña que enojada, la fundadora dijo a sus amigas: «¡Cuidado que pasan unas cosas...! Yo venía a que me dierais los ladrillos y el cascote que os sobran, y mirad qué pronto me he salido con la mía... Nada, ponedla ahora mismo en la calle, y que se vaya a los quintos infiernos, que es donde debe estar». «Ahora mismo. D. León, no la maltrate usted» dijo la Superiora.
En Filipinas, la contribución de sangre es escasísima, las fatigas del cuartel nulas, y los riesgos del soldado tan lejanos que generalmente cumplen su tiempo, suponiéndoseles el valor. En el año 1875, entraron en suerte en la provincia de Tayabas cinco mil trece quintos, de los cuales, solo fueron á ser soldados ochenta y cinco.
En aquellos amenos parajes, delante de la jaula del león africano, o del tigre de Bengala, o del tití de las Indias, es donde el regocijado ingenio de nuestros quintos derrama los tesoros de su gracia; allí donde se escuchan las frases espirituales, los dichos agudos; allí donde revientan los epigramas acerados, los discretos razonamientos.
En la mesa se armó un barullo espantoso... gritos, protestas. Desde el reloj vi una masa de gente, todos en pie... No distinguía al presidente. Los quintos inmóviles... De repente ¡pum!, sonó un tiro en el pasillo... Y empezó la desbandada... Pero dime otra cosa, chico. No puedo apartar de mi pensamiento... ¿Decías que llevaba sombrero? ¿Quién?... ¡Ah, aquella!
Pero como él no es sino un humilde auxiliar de la clase de quintos, «eso de comer» a ciertas alturas mensuales, generalmente no pasa de ser una hipérbole absurda.
En la plazuela de la Marquesa o de la Libertad, se halla la casa de la Comunidad. En ella estuvo el Instituto provincial, en ella celebró sesiones la Diputación, en ella se recibían los quintos de la ciudad y de la provincia, y en ella existe hoy el casino llamado del Porvenir.
Yo también dice una de ellas tengo un hijo quinto. ¡Pues que tenga buena mano! exclama uno de los mozos. Y cuando se ha puesto otra vez el tren en marcha, la vieja requerida ha añadido hoscamente, mientras se pasaba el reverso de la mano por las narices y se apretaba el pañuelo: Quintos más sinvergüenzas que los de este pueblo, no los he visto.
"El perjuicio que, de abandonar V.S. á esta provincia, resulta á S.M., por todo evento es bien conocido, pues por el ramo de tributos, se pierden anualmente mas de 20,000 pesos, y por los quintos y ramos correspondientes al trabajo de minas de oro y plata, arriba de 50,000 pesos: y por lo tocante al ramo de alcabalas, renta de tabacos y correos, bien considerable cantidad de pesos.
Palabra del Dia
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