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Al principio del acto tercero se nos ofrece Ludovico, que regresa á Irlanda después de viajar largo tiempo por toda Europa, no guiándole otro propósito que matar al general Filipo, en quien no ha podido saciar su sed de venganza. En la noche, en que espera á su enemigo, se le aparece un caballero disfrazado, y lo provoca á la pelea. Ludovico la comienza, pero sus golpes sólo hieren al aire.

Los dos huyen juntos, pero Ludovico no la ha querido nunca sinceramente y determina matar á su libertadora, porque, al parecer, le estorba en su huída; en efecto, ejecuta su propósito en un bosque sombrío, por donde pasa un camino, y recorre luego el mundo en compañía de un campesino que se le agrega.

El discurso siguiente de Ludovico, empleando colores muy vivos, nos traza ese hecho, no contrario á la naturaleza, pero que, sin embargo, nos extraña, á pesar de su conformidad con las ideas católicas, entonces reinantes en España, y cuyo fundamento es la existencia de un criminal, que persiste, con plena conciencia de lo que hace, en perpetrar los mayores delitos, y firme, en el fondo de su alma, en la fe de la Iglesia.

Después de referir otras muchas aventuras, declara que había caído en manos de piratas, libertándose de ellos por la intercesión de San Patricio. El Rey pagano perdona á Ludovico, en atención á sus maldades, el crimen de ser cristiano, pero deja caer todo el peso de su cólera en San Patricio.

El arzobispo de Leon Agobargo se habia visto precisado á representar contra ellos al emperador Ludovico Pio, pidiendo les cercenase los privilegios de que gozaban, y el monarca procuró poner remedio á sus escesos. En el Archivo de la catedral, caj. Está fechado en Leon de Francia, idus de abril, año 7.º de su pontificado, que corresponde al año 1250. Existe el documento en el mismo Archivo, caj.

-Ya conozco a su merced -dijo el cura-. Ahí anda el señor Reinaldos de Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco, y los doce Pares, con el verdadero historiador Turpín; y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo, de donde también tejió su tela el cristiano poeta Ludovico Ariosto; al cual, si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya, no le guardaré respeto alguno; pero si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza.

JULIO. Con sus maletas y cogines. FERNANDO. ¿Qué pusiste en la mía? JULIO. Un vestido negro y alguna ropa blanca en una manga verde que me prestó Ludovico." Lope, La Dorotea, pág. 42. picazo. En el Bol. de la Acad. Véase la nota 12. Véase nota la nota 26. surto, tranquilo, callado. Véase A. Castro, Revista de Fil. Esp., III, 182-183. 'Cinco. Parte XIII. Véase la nota 54.

En el desarrollo de la acción acumula Ludovico crímenes sobre crímenes, pero asegura por su fe la protección, cada vez más decidida, de San Patricio; seduce á Polonia, la hija del Rey; hace la guerra al general Filipo, cae prisionero y es condenado á muerte, debiendo su salvación á Polonia.

Ludovico enumera la larga serie de los desafueros que ha cometido, calificando como más grave el de haber seducido á una monja, haberla robado y casádose con ella; haberla llevado á Valencia, malgastando allí toda su fortuna, é intentado después prostituirla para lucrarse de su deshonra; pero que ella se opuso, y volvió otra vez á su convento.

Estuvo allí dos días, y la noche última que se fue a despedir dél le tuvo más de tres horas sentado tratando de diferentes cosas, y mandó al que cuidaba dél que previniese caballos para el siguiente día y le acompañasen diez y seis millas, hasta un lugar llamado Ciento, donde estuvo poco, pero muy regalado, y despidiendo la guía siguió el camino de Roma, por Nuestra Señora de Loreto y Bolonia, donde no paró ni a dar cartas al cardenal Ludovico ni al cardenal Espada que estaba allí.