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Los príncipes y grandes comenzaron entonces á llamar á su lado á los poetas más distinguidos, y hasta se creyeron honrados cultivando también su arte. Hubo, pues, dos clases de poetas provenzales. Llamábanse trovadores, por oposición á los cantores del pueblo, los poetas no mercenarios que se consagraban al arte de la poesía, y principalmente á la lírica.

Llamábanse primos por su lejano parentesco, se embriagaban juntos, y Luis afirmaba su resolución de ir a tiros con todo el que no confesase que la Marquesita era «la mujer más barbiana de la tierra». Pero a pesar de los abandonos de Lola, que permitían al calavera apreciar sus secretos físicos, y de que más de una vez la acompañó hasta su casa por las desiertas calles, haciendo esfuerzos por contener sus arrebatos de histérica que la impulsaban al escándalo, nunca sus relaciones pasaron de una intimidad amistosa.

Los moradores de las montañas nubladas de la Cordillera, se matan frecuentemente á si mismos, lo que no hacen los indios orientales. Llamábanse sus caciques Cacapol, Cangapol, Yampalco, Tolimichiuya, Guelmen, Saasimiyan, Yepelche, Marique, Chuyentura, Guerquen, Clusgell, Millarsuel y Tamu.

Los hombres que trabajaban en los campos cercanos al camino llamábanse unos á otros con expresiones insolentes que indirectamente iban dirigidas á Batiste, y los chicuelos, desde lejos, gritaban: «¡Morralón! ¡chodío!» , sin añadir más á tales insultos, como si éstos sólo pudiesen ser aplicables al enemigo de la huerta. «¡Judío!» ¡Ah!

Empujáronse los viajeros en las inmediaciones de la escala, que descansaba ya sobre el muelle. Todos querían salir a un tiempo, como si a sus espaldas se desarrollase un peligro, y apenas pisaban tierra llamábanse unos a otros, formando grupos. Caminaban con lentitud, cual si extrañasen el suelo firme, aceptando inmediatamente las ofertas de los guías y los conductores de automóviles.

Debo advertir que se portaron bien y con verdadero espíritu militar en todo lo muy difícil y arriesgado que durante el sitio se les confió; pero su principal triunfo estaba en la calle Ancha entre muchachas solteras, casadas y viuditas. Llamábanse unos los <i>guacamayos</i>, por haber elegido el color grana para su uniforme, y estos formaban cuatro batallones de línea.

Por la tarde, cuando la mayor afluencia de máscaras y de gente acudía al Prado y a Recoletos, nadie osaba pisar aquel sitio regado de sangre, y llamábanse todos a la acera opuesta, lanzando a la segunda ventana una mirada larga y medrosa.

Con todo, las luchas continuaron hasta 1602, época en que el duque de Saboya perdió toda esperanza de recuperar á Ginebra. Llamábanse entónces Mamelucos los partidarios de los obispos y condes, y Eigenossen ó aliados por juramento, los defensores de la independencia. Ese nombre aleman, pronunciado Higenós, dió orígen al de Huguenots, con que se llamó á los calvinistas ó reformados.

Llamábanse así los asientos del piso superior, que se denominaban antes desvanes, y que ocupaban principalmente el público ilustrado y los clérigos. Era entonces moda estudiar á Tertuliano, y los eclesiásticos, sobre todo, tenían la costumbre de aducir en sus sermones citas de sus obras, por lo cual se les llamaba en broma tertuliantes, y tertulia al lugar que ocupaban.