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La misma vida vegetativa, brumosa, soñolienta; las mismas tertulias en las trastiendas libando con deleite la miel de la murmuración. Los apodos soeces pesando siempre como losa de plomo sobre la felicidad de algunas respetables familias. En el Bombé, las tardes de sol, los mismos grupos de clérigos y militares paseando desplegados en ala.

A principios de Junio vimos parte de este trabajo concluido; pero aún restaban varias cosillas, girasoles chiquitos, pensamientos grandes, amén de unas cuantas mariposas sentimentales de negras alas, posadas aquí y allí, libando el dulce macassar en los cálices de aquella flora piliforme.

Pero ¡cuán diversa es la agudeza, siempre poética, de Tirso, de las frías creaciones, que se califican así entre nosotros! Como discurren las abejas por un jardín de rosas, vuela él de flor en flor libando el néctar de la más pura poesía; lleva también aguijón como ellas, pero lleva también su miel.

Selló una y otra vez Cervantes los labios de Margarita, libando la ambrosia de su aliento, y reparándose al cabo y pensando en que de aquel su olvido y arrebato podía haber ocultado cuidadosos testigos la espesura, de sus brazos dulcemente separó a Margarita, y la dijo: Vuestro esposo soy; de ello no podéis tener duda, si no es que en duda ponéis mi hidalguía y mis cristianos pensamientos; y puesto que esto no tiene ya remedio, ni yo deseo que lo tenga, ni arrepentido estoy de haber llegado al punto a que me ha convidado mi por vos próspera fortuna, disimulemos, que a vuestra honra y a la mía el disimulo conviene; que no hay para qué de vos se hable ni de se diga que no he tenido valor para contener los impulsos de este violento corazón mío, que tan presto, de tal manera y para siempre, habéis hecho vuestro.

Sus días se deslizaban serenos, risueños, libando voluptuosamente la corta cantidad de miel que sólo proporciona este valle de lágrimas a los solterones ricos y sanos. Desgraciadamente la impetuosidad absurda de su última querida había venido a turbar el curso sereno de estos días. Hacía ya algún tiempo que el viejo seductor comprendiera que le convenía cortar estas relaciones enfadosas.

Padre, más de tres largas centurias transcurrieron y seguimos libando la hiel del padecer; huyó el león rampante, ensangrentado el lomo, pero vinieron águilas voraces en tropel . Y nuestro pueblo llora, porque es pesado el yugo y protestar no puede, porque es débil su grey, porque los ancestrales todos ya sucumbieron sin dejarnos su aliento, sin legarnos su fe.

a morir otra vez y mil, libando el néctar delicioso de tu aliento en la fresca amapola de tu boca. Huérfano muy niño, se trasladó a Manila en 1892. Allí estudió Derecho y comenzó a cultivar las bellas letras.