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Está usted condenada sin remisión. Al Padre Alesón, para ser todo lo imponente que él pretendía, le faltaba la voz tonante. Pero como la Xuantipa tenía tanto miedo al infierno, oía la voz de flautín del fraile como si fuese una trompeta del juicio final. Señor, perdón... balbucía, temblorosa. Cállese usted, boca sulfúrea.

De pronto, los dos instrumentos enmudecieron... pasó un minuto, y el mismo silencio; pasaron dos, tres minutos... ¿Se habrá ido ya? pensó misia Gregoria, ya no suena esa vocecita de flautín, que me arañaba el oído. Bernardino tampoco resuella. ¿A que ha cedido el muy mandria? ¡Y yo que me estoy aquí hecha una papanatas!

Las voces parecían subir un poco de tono. Es que ha llegado al capítulo de las amenazas se decía la señora, siempre pegada a la puerta. Y como no percibía una sílaba, se aferraba a su idea de salir y desbaratarlo todo. Seguía el duelo allá dentro entre la voz grave, la de don Bernardino, y una vocecita delgada, la del otro; tal como si un contrabajo y un flautín ensayaran, cada cual por su lado.

No estés tan de prisa, amigo dijo Meñique, con una vocecita de flautín, no estés tan de prisa, que yo tengo una hora para hablar contigo. Y el gigante volvía a todos lados la cabeza, sin saber quién le hablaba, hasta que le ocurrió bajar los ojos, y allá abajo, pequeñito como un pitirre, vio a Meñique sentado en un tronco, con el gran saco de cuero entre las rodillas.

Belarmino creyó estar soñando. ¿Era aquélla la voz de un ángel acatarrado? ¿No hay cristiano o alma humana en este recinto? volvió a hablar la voz de flautín, sonando siempre al nivel del cielo raso. Oyéronse a continuación unas palmadas retumbantes, como el tableteo de un trueno. Belarmino, ¿estás ahí? rugió Xuantipa, desde las habitaciones interiores.

Buenas tardes, Belarmino habló el dominicano, modulando las notas más nítidas y cariciosas de su flautín laríngeo . Entraba y salía. Entraba en tu aposento y salía de mi residencia. Salía de mi distracción y entraba en mi acuerdo. El Padre Alesón hablaba ahora en este estilo conceptuoso y envuelto, para dar por el gusto a Belarmino y granjearse su afecto.

Belarmino le hablaba una lengua perfectamente insólita, que él no conocía ni sospechaba; como que no era lengua viva ni lengua muerta, sino lengua en embrión. Y usted, ¿no es nada fanático? preguntó, algo desconcertado, el Padre Alesón, con su voz de flautín, dejando, a pesar suyo, escapar un gallo o atragantón en la sílaba acentuada del esdrújulo . Hanme dicho que .

Trabajar horas y horas, de longitud inacabable, despidiéndose para siempre de las horas calmas y fugaces dedicadas al ocio contemplativo y al coloquio secreto con su habitante interior.... ¡Imposible! Tal era el pavoroso faraón crónico que traía a mal traer a Belarmino. Buenas tardes nos Dios. ¿Hay alguien en la casa? dijo una voz flaca y aguda, como de flautín, que caía de lo alto.