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Cuanto más, que el que es azotado por justicia entre nosotros, es tener un hábito en las espaldas, que le parece mejor que si le trujese en los pechos, y de los buenos. El toque está en no acabar acoceando el aire en la flor de nuestra juventud y a los primeros delitos; que el mosqueo de las espaldas, ni el apalear el agua en las galeras, no lo estimamos en un cacao.

Redúcese nuestro objeto tan solo á consignar algunos curiosos pormenores por los cuales verá el lector de qué distinta manera fué solemnizada en Sevilla en aquellos siglos de fe y de entusiasmo, durante las centurias XV.ª y XVIcon datos inéditos en su mayor parte por cuyo concepto estimamos que serán vistos con gusto por los aficionados.

Si ellos, criados con tajadas y vino de Toro, no pueden contener el empuje de los de Lorío, ¿cómo han de poder estos míseros aldeanos criados con castañas y borona y el suero de la leche? Lo mismo los del llano que vosotros los del monte todos conocemos el gusto de la borona y las castañas replicó Quino. No está bien, Nolo, que te burles de nosotros, pues allá todos te estimamos.

El pudor, la candidez, la inocencia, todas esas prendas, que los hombres estimamos mucho, forman no ya un velo tupido, sino una muralla alta y gruesa, que sirve de reparo al corazón para que no se descubra ni se lea lo que en él importa leer. De aquí el engaño que padecen con frecuencia los hombres más despejados; engaño que no ven sino cuando ya no tiene remedio: después que se casan.

Sabido es que el volumen n.º 3, á que nos referimos, se acabó de escribir por el Racionero Diego Martínez, en sábado 21 de Febrero de 1411 y en él constan separadamente todas las mezquitas que tocaron en el «Repartimiento» á la Iglesia Catedral; comprendiendo entre estas, tal vez, las «zahuias» ó lugares de enterramiento de Santones, pues, de otro modo estimamos demasiado el número de aquellas.

Tenía algo, mucho, del amigo ingenuo que nos ha pintado a maravilla Edmundo de Amicis en uno de sus libros más hermosos; de ese cruel amigo que nos domina desde el primer día, que nos subyuga, que nos hace sus esclavos, sin que nos sea dable rebelarnos en contra de él; que con una frase nos parte medio a medio, y que, riendo, del modo más natural, en presencia de todos, sin discreción ni consideraciones de ninguna especie, nos dice lo que no queremos que nadie nos diga, o que a propósito de una debilidad o de un afecto que ocultamos con el mayor empeño, nos lanza un chiste que penetra en nuestro corazón como la hoja de un puñal; amigo contra el cual no podemos alzarnos indignados por duro que sea con nosotros, ya porque somos impotentes para replicarle de modo que nos asegure el triunfo, ya porque, a pesar de todo, le estimamos y le amamos por sus muchas cualidades.

¿Por qué presumir que nosotros dos estimamos más nuestros bienes y nuestras vidas, que los centenares de hombres que diariamente se hospedan en este mismo hotel? ¿Por qué presumir que el amo habia de exponerse á perder los muchos objetos de valor que decoran nuestra vivienda? ¿Por qué presumir que un establecimiento tan importante, podia aceptar el riesgo de desacreditarse en una hora, supuesto un robo ó un asesinato?

Pero á bien que si me buscáis querella, y con vos no he de tenerla, aprovecharé la ocasión para dejaros solo y visitar una vez más la Cabeza de Oro aquí cercana, cuyos guisos de perdices adobadas han dejado en eterna remembranza. No, amigo, dijo sonriente el barón. Nos conocemos y estimamos demasiado para reñir por palabra más ó menos, como dos pajecillos.

Dotados de maravillosa precocidad, saben, pueden, harían. Pero nada hacen, puesto que se mueren. La infancia del hombre, así como la de las plantas y de todo lo criado, necesita descanso, aire, libertad suave. Aquí, todo es lo contrario, lo mismo nuestros méritos que nuestros vicios. Todo parece combinarse para asfixiar á la adolescencia. ¿Estimamos nuestros hijos?

Por dorados techos y suntuosos palacios estimamos estas barracas y movibles ranchos; por cuadros y países de Flandes, los que nos da la naturaleza en esos levantados riscos y nevadas peñas, tendidos prados y espesos bosques que a cada paso a los ojos se nos muestran.